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Críticas de Gerardo Guarán
Críticas 3
Críticas ordenadas por utilidad
10
17 de julio de 2020
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Revanche es una película menospreciada y olvidada injustamente no solo por el gran público, sino también por el mundillo de los críticos, tal vez por haber tenido la valentía de contar una historia de venganza en la que la redención no se consigue con violencia o quizás por haber apostado a una discreta estructura narrativa.

El guión de Spielmann puede carecer de originalidad, al menos en cuanto a temática se refiere, pues se trata de un tópico sobreexplotado (la venganza) en el cine y además de ello su estructura dramática no propone nada nuevo, algo a lo que nos tiene (mala)costumbrado el cine de autor. Sin embargo, esto no es malo, al contrario, es lo que dota de identidad al film.

De forma pausada y tranquila, como quien sale a caminar sin un lugar al que llegar, Revanche se toma su tiempo para tensar el arco de los personajes y para conducirlos a la resolución dramática, aunque esa flecha, tengo que advertirlo, nunca sea disparada.

Pero precisamente ahí, en ese arco que se tensa y que nunca suelta la flecha, es en donde radica su belleza y, vale decirlo, su originalidad. Los personajes no se embarcan rumbo al paroxismo, como suele pasar en este tipo de historias, aquí se detienen, evolucionan y justo cuando todo parece conducirnos a una ola de violencia, dan la vuelta y regresan por donde vinieron.

Con ayuda de planos largos y con un manejo magistral del blocking, así como con un excelente uso de los espacios narrativos y de unas portentosas actuaciones, Spielmann desnuda a sus personajes, de tal forma que son ellos quienes nos cuentan la historia y no al revés.

La puesta en escena es directa pero cuidada y el montaje sabe muy bien como construir un ritmo que mantiene al espectador embelesado. Hipnosis que es reforzada por la exquisita fotografía de Martin Gschlacht, que evoca con fidelidad las emociones que dominan a la película y que sabe muy bien como transmitir los dilemas existenciales que perturban a los personajes.

Es así como Spielmann pinta su propio retrato sobre la venganza y las contradicciones morales que subyacen en ella. Nos lleva hacia los lugares más oscuros de la naturaleza humana, pero también sabe sacarnos de allí.

Aquellos que buscan un thriller con un montaje rápido y con un climax trepidante, seguramente se quedaran con un sabor de boca bastante amargo, pero aquellos que buscan un thriller contado no solo con astucia, sino también con sensibilidad, sin lugar a dudas se irán con la sensación de haber tomado un buen café con leche.
Gerardo Guarán
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5
26 de marzo de 2021
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Noah Baumbach en Historia de un Matrimonio se me asemeja a un arquitecto que al mismo tiempo que construye deja minada su propia obra, pues todo lo que hace bien luego lo destruye por completo. Lo que hace que al final de la película, uno salga con un sabor insulso en el paladar.

En su afán por contar una historia amena, "fresca" y digerible sobre el desplome de un matrimonio clasemediero entre un director de teatro y una actriz, olvida las pausas y los silencios que tanta falta le hacen a la película, sobre todo tratándose de una en la que se quiere contar una historia sobre el doloroso proceso que supone un divorcio.

Pero Baumbach va a toda maquina, como si tuviera prisa por llegar al final, pues nunca se detiene a regodearse con las emociones que provocan su obra, de manera que no le da chance al espectador a empatizar con el dolor, con la alegría y con la tristeza de los personajes, que, dicho sea de paso, están jodidamente bien elaborados y magistralmente interpretados.

No es en una, sino en muchas escenas en las que el mismo Baumcach se encarga de quebrar la carga emocional que con tanto mimo teje, haciendo un uso abusivo de los cortes y las elipsis, así como de la banda sonora, que suena cada vez que no tiene que sonar, como en la escena en la que Charlie y Nicole se defenestran con palabras. Menuda forma de arruinar una escena, ¿en serio no pudo dejar la cámara montada en el trípode por al menos unos quince segundos para que pudiéramos advertir que no es necesario golpearse para herirse? Hubiera sido una de las mejores escenas de discusión de la historia del cine contemporáneo si tan solo nos hubiera dejado apreciar el momento, pero no, tenía que cortar la escena de sopetón.

En Historia de un Matrimonio simplemente no hay pausas ni regodeos, solo una línea narrativa que parece por momentos avanzar con el peso portentoso de una locomotora. Corte, tras corte, elipsis tras elipsis. Vaya forma de echar a perder una película.
Gerardo Guarán
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9
5 de setiembre de 2020
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Burning es una truculenta metáfora existencial en la que el paroxismo de sus personajes nos arrastra a lugares inusitados. Lee Chang-Dong se vale de este relato, con envoltura de trhiller, para desentrañar lo que las pasiones abnegadas (o desenfrenadas) hacen en el alma humana. De manera que durante las dos horas y resto que dura el metraje, el espectador se encuentra ante una verdadera bomba de tiempo que amenaza con estallar en cualquier momento.

Sin embargo, aunque en retrospectiva parezca más legible, al inicio del film nada parece tener cabo o rabo, de tal forma que la inminente explosión pasa desapercibida durante casi toda la película, lo que no le resta atractivo, todo lo contrario, logra seducir nuestra atención. Aunque para ser honestos, cabría mencionar que la sensación de incertidumbre permanece en el paladar incluso días después de haber visto el sexto largometraje del director surcoreano.

Con un clima tenso y misterioso, Burning nos conduce al paroxismo de tres almas desosegadas ante lo vacuo de la existencia humana , pese a que una de ellas parecer tener el cielo al alcance de sus manos, mientras que las dos restantes rosan el inclemente fondo de la jerarquía social.

Jongsu, un joven taciturno recién salido de la universidad, sin un futuro prometedor y con el pesado sueño de ser escritor, se reencuentra con una amiga de la infancia, la extrovertida Haemi, edecán de medio tiempo y estudiante (a tiempo completo) de pantomima. No tardan en empezar un ligero romance que se intuye habían dejado truncado en el pasado. Todo se complica cuando Haemi decide irse de viaje, pues al regresar viene en compañía de un nuevo amigo, el adinerado, guapo y enigmático Ben, un autentico Gatsby posmoderno.

A partir de aquí la película se convierte en un juego detectivesco del gato y el ratón, aun cuando no tengamos claro si existe un gato y un ratón. Todo lo que intuimos es que Ben se trae algo entre manos. Después de una secuencia elegante y visualmente potente, acompañada del melifluo sonido de la trompeta de Miles Davis, Ben le confiesa su extraño pasatiempo a Jongsu: quemar invernaderos.

Sin que nos demos cuenta el pasatiempo de Ben se va transformando en en el subtexto y metarralato de la película que nos va permitiendo entrever la angustia existencial que corroe, como si de soda caustica se tratase, las entrañas en llamas de los personajes, y, por qué no decirlo, las del mismo director en tanto autor.

"El que lucha con monstruos—escribió Nietzsche—debe tener cuidado para no resultar él un monstruo. Y si mucho miras a un abismo, el abismo concluirá por mirar dentro de ti". No sé si en Burning hayan monstruos, pero en definitiva hay abismos que nos miran...
Gerardo Guarán
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