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Argentina Argentina · buenos aires
Críticas de feelingsfactory
Críticas 2
Críticas ordenadas por utilidad
8
7 de noviembre de 2008
7 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tulio y Susana (Leandro Castello y Mercedes Scápola), un hombre de edad incierta (¿envejecido?), deteriorado por su circunstancia, y su sobrina llegan a Buenos Aires desde un pueblo del interior. Acaban de ser empujados del rancho en el que vivían, rodeados de gallinas y chivos. Tulio, hemipléjico, y Susana, su acompañante, reducidos a una forma de vida primitiva, elemental y grotesca, a fuerza de frutas y salamín.

Así, a lomo de una camioneta ajena, llegan a una Buenos Aires desconocida, y sin pensarlo dos veces rumbean al departamento de Clara, hermana de Tulio, quien por lo visto se olvidó de los que se quedaron. Ellos, con su vida casi salvaje a cuestas, despiertan angustia en cualquiera que no esté habituado a sus costumbres prosaicas y algo de piedad por su extrema precariedad. En este encuentro forzado entre dos mundos que alguna vez fue uno solo, cada uno tendrá qué decir. Clara tratará de metabolizar esta realidad esgrimiendo, finalmente, su hipocresía; Tulio y Susana son incapaces de comprender sus limitaciones, el hecho de que sólo puedan ser aceptados por aquellos que les tienen lástima.

Edi Flehner demuestra su mano para desacralizar lo teatral, introduciendo un prólogo y un epílogo que meten a los espectadores en ese particular universo provinciano del que surgen estos personajes y, sin vacilaciones, recorre las habitaciones del viejo departamento, coqueto pero con huellas de decadencia, donde tiene lugar esta comedia, por cierto dramática, casi en tiempo real. Flehner juega a abrir puertas y a traspasarlas para meterse en los mundos de sus protagonistas.

Todo está perfectamente calculado. La manera en que Flehner resuelve cómo Tulio y Susana cuentan una anécdota imposible acerca de una chica del pueblo, con idas y venidas, es para sacarse el sombrero. Todo, en verdad, funciona así. Desde la fotografía, que se mueve entre el realismo, la magia y la oscuridad, hasta la música, de César Lerner, que incluye como broche de oro una versión de El rancho e la cambicha , fondo alegre que subraya la tremenda contradicción que existe entre quienes allá lejos están de fiesta mientras estos otros, perdedores natos, no encuentran otra salida que la desolación marginal.

El resultado es sorprendente: la demostración de que detrás del cineasta que hasta ahora supo hacer muy buena letra en el cine publicitario o como productor de otros hay un artista riguroso que puede -y en ese caso debe- seguir haciendo cine para el público, tan necesario en los tiempos que corren.
feelingsfactory
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9
20 de octubre de 2010
3 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Gozosa unión de colorida comedia musical, pintura de pueblo con chicos que sueñan conocer mundo y recrean las fantasías del cine, cuento infantil con mala malísima que encima tiene dos hijas gemelas rubias bien malas, sátira sobre la crueldad de los reality televisivos, melodrama de la jovencita pobre que en mal momento descubre su origen «vergonzante» pero luego lo termina superando, grata evocación de los éxitos de la cultura masiva de los 80, animosa burla del fanatismo y el comercio religioso, humorada medianamente inocente de la propia figura de Cristo (desagradará a las beatas apenas se enteren, pero divertirá irremisiblemente a muy buena cantidad de curas y monjas), ésta es una de esas películas que dan ganas de contarla entera, pero conviene contar lo mínimo, porque es todo un vaivén de sorpresas e ironías realmente muy bien armado y presentado.

Digamos, eso sí, que Natalia Oreiro está maravillosa con todo su despliegue de canciones y expresiones (deslumbramiento, picardía, decepción, etc.) y que sólo ella puede lucir un vestido de adolescente como el que luce en un momento clave. Que su paisano Martín Sastre, talentoso tiro al aire conocido por sus homenajes paródicos a Isabel Sarli, Lady Di y Hello Kitty, debuta como director de cine con una mano excelente. La novela original en que se basa (de otro talento oriental, Dani Umpi, nacido Daniel Umpiérrez) ha sido, digamos, suavizada pero no traicionada, eliminando las aristas desagradables del personaje. Está todo cuidado hasta el mínimo detalle en lo visual, pero, en cierto sentido, es una lástima que no termine en un absoluto climax. Hay momentos antológicos, como la aparición de Jeannette Rodríguez, el choque de miradas entre Oreiro y Graciela Borges, la nena Sofía Silvera, muy natural, toda una promesa, o el paseo por el Cristo Park con la basílica de Luján al fondo, mucho mejor que Tierra Santa. Que gustará a niños, adolescentes, madres y gays con nostalgia de los 80, y a los enamorados de Oreiro, por supuesto. Y que a Manuel Puig le hubiera encantado.
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