El genio de la gran manzana nos regala una lluvia de diálogos inteligentes bien estructurados, una historia contada con gran ritmo que no pierde naturalidad en ningún momento y nos hace reír y pensar sin parar.
La dirección es cuidadosa con un gran control del entorno y las situaciones, tanto que se da el lujo de jugar y salirse del libreto de vez en cuando sin perder el rumbo.
Podría decir sin temor a equivocarme que es uno de los argumentos con mayor calidad que he logrado ver y sobre este descansa el peso de la película, por otra parte las actuaciones son muy buenas, Allen es exquisitamente ocurrente, espontáneo y divertido en un papel que se le facilita por su identificación con el personaje, en filme que tiende hacer una autobiografía de alguna manera.
Y aunque soy un fan enamorado del gran Woody Allen, puedo decir objetivamente que esto es una obra de arte.

Conmovedora y entretenida, con un Roberto Benigni súper divertido, lleno de recursos histriónicos, tantos que me recuerda un poco a Woody Allen, un papel digno de un Oscar. Por otra parte una historia que entrelaza comedia, romanticismo y amor paternal, en un filme que relata el holocausto de una forma distinta.
Llena de jocosidad no pierde el ritmo ni el vigor y deja esa sensación de haber presenciado un milagro de la creatividad.

No me queda más rendirme ante la maestría de su realizador y su obra, que más que una película es una experiencia inolvidable. Un diez para esta película y aun más para Roberto.