Si en un futuro más o menos lejano, los habitantes de la Galaxia se van a dedicar a hacer el tonto de esta manera que nos relata el film, mejor hubiera sido que el Big Bang no hubiera tenido lugar.

La serie de luchas gratuitas pertenecen a todo el legado de guerra que en el planeta han habido desde la Iliada hasta nuestros días. Y el armamento es tan pintoresco como ver una espada al lado de una nave espacial.

El Western es un género que no se apoya en hechos históricos... nunca existió ni el duelo que ganaba el que primero desenfundara ni la mayoría de lo que se nos relata en las del Oeste. Aquí, en la maldita Guerra de las Galaxias, pasa lo mismo: nunca sucederá nada parecido.

Difícil sería contar detalles del "argumento" del film. Cada espectador debe obtener su propio argumento o constatar la falta de él. La vida no tiene argumento y la gente arrojada al mundo nos construimos uno que haga tolerable el continuar la existencia con el menor dolor posible. Las gentes acuden al cine por dos razones principales: unos acuden a intentar distraerse y otros a traerse; unos quieren entretenerse, pasar el rato y otros quieren no distraerse, sino vislumbrar qué es todo esto... el mundo, el ser, la vida, la muerte, la nada.
Evidentemente Malick no es Tarantino. Quizás lo aconsejable sería acudir al cine algunas veces a distraerse y otras a traerse a sí mismo para explorar otras vías de relato y conocimiento... ¿Que uno se aburre y que parece que el tiempo no pasa y que la irritación crece? Pues entonces lo mejor es acudir a un Tarantino que nos ayude a pasar el tiempo, y que además hace su trabajo a la perfección.

No debe importarnos la personal visión de Malick sobre cosmología, teología, metafísica, psicología familiar o conducta de los grandes saurios... lo decisivo de este film es su novedosa forma de relatar. La historia o las ideas que intenta transmitirnos este hombre no nos deben importar mucho para la valoración de la obra.
Malick destruye las convenciones y reglas que han sustentado la creación fílmica durante más de 100 años, y entonces, al salirse de las coordenadas cinematográficas habituales, el espectador clásico de cine se irrita... piensa que Malick le intenta perder, engañar... y reacciona mal... quiere que le den su historieta con sus reglas espacio-temporales que hacen fácil la comprensión de la diégesis; no quiere presenciar laberintos que vayan contra la lógica racional.
Pero Malick intenta abrir nuevos caminos en este arte de relatar por medio de imágenes, palabras y sonidos que llamamos cine.
Hay que quedarse con que lo realmente bello y artístico de esta película es un lenguaje cinematográfico totalmente original en la historia del cine... ¿que no nos cuenta una historia interesante...? ¿y qué importa eso?

En una pintura de Velázquez, Picasso o Bacon, poco o nada importa la anécdota que vemos en su superficie... lo verdaderamente importante es la forma en que ha sido pintada. Ni la Rendición de Breda, ni el Bombardeo de Guernica ni el Tríptico del retrete son otra cosa que un pretexto para usar técnicas novedosas de creación artística.

Las historias son todas iguales, más o menos..., como la vida misma. La forma de pintar o de filmar es lo que hace a sus autores genios imperecederos o vulgares "cuenta cuentos". Godard, al igual que Griffith a principios del XX y más tarde Welles, crea una nueva de relatar.

Claro que hay personas que van al cine a ver una historia que los distraiga de la cotidianidad de la existencia y que no están por otra labor. Son libres y pagan su entrada. Pero lo que se estudiará en la escuelas dentro de doscientos años será Godard y no será Tarantino.

Es un film tan existencialista como Unamuno, Sartre o Heidegger... Mucha gente acude al séptimo arte para matar el tiempo y otros pocos lo hacen para preguntarse el porqué se nos acaba el tiempo y nos morimos. La muerte quita todo sentido a la vida, escribió Sartre. Y por si fuera poco, Dios está muerto o ausente, y el sufrimiento y el caos imperan en el mundo.

El pastor luterano relata que fue en Lisboa donde comenzó a perder la fe, debido al impacto brutal que le produjo la Guerra Civil española. Nada nos cuenta sin embargo de la vergonzante neutralidad de Suecia durante la 2ª Guerra Mundial, que en realidad fue sumisión o simpatía a la Alemania nazi, causante de una guerra monstruosa, la más sangrienta de la historia de la Humanidad.

Otro episodio chocante que nos cuenta es el horror que le lleva a la locura a Max Von Sidow por el peligro atómico chino. Recordemos que en los años del rodaje de este film se padecía la Guerra Fría en la que la amenaza verdadera para Europa era la URSS.

Impecable en todo lo demás esta obra de Bergman. Lo mismo en su técnica cinematográfica que en su argumentario de interrogación metafísica y, por lo tanto, teológica. El silencio de Dios, su ausencia, su abandono del mundo que creó para el hombre (el único ser que tiene capacidad para interrogarse sobre su existencia) y el dolor al que la angustia conduce a los humanos es el argumento. El pastor, su novia, los feligreses y los ayudantes del pastor, todos sin fe ya en Dios, piensan y viven un mundo en el que la desaparición de Dios ha anidado en la Tierra el desconsuelo.
Dice la Thulin: "Ojalá nos sintiéramos protegidos. Ojalá existiera una verdad en la que creer y ojalá pudiéramos hacerlo".

Y el espectador que paga por ver cine y que no quiera quemar neuronas con este tipo de problemáticas... pues ya sabe: al Padrino 1, 2 y 3 y a Tarantino, que ahí las muertes son de mentirijillas... y nada de Malick.