En realidad, no es una de esas películas muy lentas donde no ocurre nada. Si la viera alguien que no entendiera el idioma ni los códios culturales diría que es una película donde se alternan escenas cotidianas de una familia con pocos recursos, otras donde hombres compiten en escenas de lucha libre y otras donde esa familia convive con otras o con funcionarios que les interrogan. Y, efectivamente, esas tres historias están ahí, los momentos bonitos y los momentos tensos de una familia iraní refigiada en Suecia, aquellos en que él se inserta y compite con el equipo local de lucha libre y la trama comunitaria y político-administrativa de esa familia con otras familias refugiadas y las autoridades suecas, parcialmente generosas y parcialmente desconfiadas.

Pero los mensajes más centrales de la película están en sus miradas y en sus silencios. Por eso, efectivamente, la actuación de su protagonista es uno de sus mayores atractivos, por lo bien que nos transmite todas sus contradicciones entre sus códigos culturales y sus deseos más profundos, entre el amor a su familia y el no deseo por su esposa, entre la lucha como espacio donde se siente fuerte, experto y útil y donde a la vez habitan las mayores amenazas a su vida y a sus secretos. Los motivos por lo que ha debido huir de Irán se irán intuyendo y desvelando a lo largo de la película y, como en la vida misma, todas las contradicciones que estos le generan nunca terminarán de resolverse.

No gustará a cualquiera, pero es una película interesante, en la que los mejores diálogos no salen de las bocas sino de miradas y silencios.

Una de esas películas que es casi una obra de teatro, con escenarios mínimos y con varios maravillosos actores luciéndose y haciendo brillar un guión angustiante e inteligente.

El desarrollo va dándote la información a pildoritas para que también varie tu postura ante el tema. Seguro que casi todas nos identificaremos con los viajeros al principio y pensaremos que mala es la policía norteamericana y como abusan los estados y violan nuestra intimidad. A medida que la película avanza habrá más de uno y de dos espectadores que cambien total o parcialmente de bando.

Lo que no te abandona es la angustia, el interés por la historia y la admiración por director, actores y guionistas,

A ver, si os gusta el cine de acción, olvidaros de la película. En una descripción muy simple, podríamos decir que en hora y media apenas ocurre nada. Un grupo de cuatro chicas va a la playa, hablan, juegan, cantan, divagan y hacen el tonto.
Pero si vas sin prisa, la película te atrapa. Lo hace la playa donde ocurre, la casa del fondo, los cuatro personajes tan frikis como maravillosos y entrañables.
Me gustaría no haberla visto para poder verla de nuevo y empaparme de nuevo de toda su frescura y su encanto.

La película tiene paralelismos obvios con Thelma y Louise: un grupo de mujeres, empujadas por sus propios problemas y por las circunstancias se ven en la carretera, huyendo de la justicia y a la vez, construyendo su propia relación y buscando sus caminos personales y grupales. El recorrido se hace por unas carreteras a menudo preciosas y con (des)encuentros con la justicia y con algunos hombres.

A partir de aquí, también hay considerables diferencias. Para empezar, las adultas no van solas sino acompañadas de la hija de una de ellas. Y este personaje, a mitad de camino entre la infancia y la adolescencia, es el camino para que la película incorpore también un componente poético y alegórico, de una historia con aire de cuento mágico y mítico infantil, que aporta un toque distintivo a la película.

Las dos adultas parecen muy desequilibradas al empezar: un personaje muy fuerte y uno sumiso y que no abre la boca. Pero a medida que la víctima inicial va tomando protagonismo y estableciendo una relación de iguales con sus dos acompañantes se convierte en otra persona y reaparece ese componente liberador que tiene muchas veces la road movie: en el camino no solo te encuentras los maravillosos paisajes del Atlas marroquí sino también a partes de ti que no sabías que estaban ahí.

Una fotografía preciosa y una historia que se sigue con atención y con interés.

Quizás es que me ha pillado en día emotivo. Pero la película me he hecho llorar en varias ocasiones.

Sin un gran despliegue de medios detrás, la película ofrece interpretaciones más que dignas, una ambientación muy bien hecha (quizás más las tabernas que los ministerios) y nos da a conocer a Federica Montseny, la persona (con la relación con su padre como uno de los temas de fondo interesantes), a la vez que se centra sobre todo en la política, en el período que va desde la implantación de la República, hasta el juicio en que los tribunales franceses dedían decidir sobre la petición de extradicción hecha por el franquismo.

La película va pasando por varios momentos históricos donde ella juega un papel protagonista (primera mujer ministra en España, los enfrentamientos entre anarquistas y comunistas en Barcelona en 1937, el primer proyecto para legislar el derecho al aborto), con su relación con Largo Caballero como uno de los hilos conductores del relato.

Quizás no es para todos los públicos, pero para personas interesadas en ese período, en los primeros pasos de la lucha de las mujeres en España por ocupar espacios institucionales o por la historia del anarquismo es muy muy recomendable.