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España España · Olmeda de las Fuentes
Críticas de Bettilda
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
7
11 de junio de 2021
27 de 37 usuarios han encontrado esta crítica útil
Entramos en "Solo una vez" en moto, la que conduce y aparcará Pau (Álex García) en la puerta de un edificio -de Servicios Sociales- al tiempo que no dejamos llevar por la banda sonora: suena la aterciopelada voz de Alice Wonder que canta en inglés. La canción es hipnótica, preciosa, pero... ¡Me chirría el idioma! y me pregunto ¿Por qué en una película española meten un tema inicial en otra lengua? No puedo responderme. Y me vuelvo a sumergir en la pantalla pero no olvido la cuestión. Cuando acaba la peli, y con la intención de justificarme este detalle y perdonarle la vida al director por distraerme con ese algo tan irrelevante, me digo: "Ah, la última canción, la que acompaña los créditos, también la canta Wonder, pero está en español. Será una metáfora sobre lo que no entendíamos al principio y lo que ya comprendemos al final", me digo.
Seguramente no tengo razón, pero a mi modo de ver el primer largometraje de Guillermo Ríos despierta dudas, varias, y es un patchwork de moléculas emocionales que refuerzan y dan otras voces a la trama. Tratándose como se trata de la adaptación de una obra teatral, en la gran pantalla los diálogos llevan la voz cantante de la historia, quizá en exceso, así que esos matices camuflados -en la fotografía, en los silencios o en los ruidos- son imprescindibles.
Guillermo Ríos, director, productor, guionista y editor, leal a su interés por la temática social (recomiendo encarecidamente ver “Nasija”, 2007, su cortometraje, que ha sido el más premiado en España y premiadísimo fuera de nuestras fronteras), se estrena en la dirección de un largo con esta historia basada en la obra homónima de Marta Buchaca. Ambos han trabajado mano a mano en el guión, han añadido personajes que no están en el original y le han dado aires de thriller psicológico. Más allá de mis delirios subjetivos en cuanto a la música, "Solo una vez" nos ofrece una panorámica ¿inédita? sobre la violencia de género desde múltiples (y útiles) puntos de vista, huyendo de cualquier estereotipo y sin juzgar. Uno de los alicientes del filme es el regreso de una magistral Ariadna Gil ("Tierra hostil" y "Parking") a la que no veíamos en cine desde 2014, acompañada, como mencionamos, por Álex García ("Litus", serie "Antidisturbios") y Silvia Alonso (”Hasta que la boda nos separe” «La lista de los deseos»).
Laura (Ariadna Gil), una psicóloga en un centro del servicio de atención a las mujeres que sufren violencia de género, hace unas semanas que es acosada por el marido de una de sus pacientes. Siente miedo, pero aparentemente lo interioriza y controla. En esta situación, debe tratar una pareja que nunca ha puesto los pies en un centro de este tipo: Eva (Silvia Alonso) y Pablo (Álex García). Por una serie de malentendidos a él le han denunciado por malos tratos, pero Pau, un novelista de éxito, afirma con contundencia no ser ningún maltratador, y Eva, editora de libros, le respalda negando ser una mujer maltratada.
Y, por supuesto, las apariencias engañan.

"Solo una vez" deja en evidencia que la violencia de género -física o psicológica- no entiende de cultura, dinero, raza, educación... Es una lacra ante la que ninguno de nosotros estamos inmunizados. Todos podemos ser agresores o agredidos y quedar atrapados en una relación tóxica sin ser conscientes de ello o sin reconocerlo. Todos escondemos una bestia violenta dentro que, más controlada, conocida, adormecida u amordazada, puede liberarse cuando menos lo esperas. En la película también se describe a la perfección cómo se ven a sí mismos el maltratador y víctima: esos reflejos no son un autoengaño, son ceguera, impotencia y convicción. El tema del filme está tratado excepcionalmente. El modo de contarlo es otro cantar.

Ríos se deleita enfocando y retratando a los personajes en planos medios cortos, como si quisiera que el espectador fuera absorbido por cada uno de ellos. Parece pedirnos que nos centremos y nos pongamos en su piel, que los aceptemos y comprendamos, tal como son. Y, como el largometraje se articula por los diálogos y no por las acciones, se diría que con esa cercanía visual lo consigue. Además, la escasez de dinámismo sumada a las pocas localizaciones contribuyen a que las historia sea asfixiante, densa y claustrofóbica...Tanto como la ansiedad interna de Pau y Eva a los que les cuesta asumir la realidad. En contrapartida, abundan las dichosas moléculas emocionales: exteriores luminosos, el mar, espacios abiertos, espacios vacios, silenciosos, testigos mudos y detalles, muchos detalles que dan una vuelta más a lo que se está contando, como por ejemplo la brocha cargada que tapa una pintada insultante. Puertas que se abren y se cierran, imágenes que sugieren evasión. La película, como la moto del protagonista, transcurre sin demasiada velocidad y así se mantiene, sin sobresaltos. En lugar de sentirse como en el cine, el espectador es partícipe en las sesiones de terapia. Hay momentos en los que a la trama le falta "un sólo de batería", la historia está demasiado contenida, los personajes están contenidos y los espectadores están a la expectativa de que pase algo, de que todo lo que tiene que explotar, explote... Guillermo Ríos se desliza demasiado tiempo sobre el hielo, por lo que en el momento de la explosión, por tardía, le quita rotundidad. Respecto a las interpretaciones, los tres protagonistas bordan a sus personajes, absolutamente creíbles en su progresiva transformación. Lo dicho, "Solo una vez" vale mucho la pena por su temática y la manera de tratarla. Es una disección minuciosa sobre la violencia de género. Eso sí, nos vayáis al cine si no habéis dormido bien porque la monotonía del desarrollo puede convertirse en una estupenda canción de cuna.
Bettilda
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2
13 de julio de 2020
22 de 34 usuarios han encontrado esta crítica útil
Este es el típico caso de la típica película que, con una buena idea y buenos actores podría haber sido, cómo mínimo, entretenida. La premisa de Álvaro Díaz Lorenzo, director y guionista de "La lista de los deseos" es loable: recordarnos que solo se vive una vez y que estaría bien vivir nuestras vidas tal como nos gustaría que fueran. Y en su propuesta tres mujeres muy distintas, dos treintañeras Eva (María León), su mejor amiga Mar (Silvia Alonso) y una cincuentona Carmen (Victoria Abril) se ponen en marcha para intentar llevarlo a cabo acumulando kilómetros a bordo de una auto-caravana. El cáncer, de dos de ellas, es el motor que las lleva a escribir una lista con tres cosas que siempre han querido hacer y nunca se atrevieron y que ahora, cueste lo que cueste, harán realidad.

Eva y Carmen se conocen en las sesiones de quimioterapia en las que ambas luchan contra el cáncer de mama. Es Carmen, ya veterana en el tema de la quimio, la que sugiere que una vez que acaben con el tratamiento, y sin esperar los resultados del mismo, hagan realidad esos anhelos latentes y hasta el momento aparcados en no te hagas ilusiones, bonita, pero que en realidad son factibles. A Eva le encanta la idea, se lo cuenta a su amiga Mar, que se apunta a la aventura sin dudarlo, al igual que Carmen, la promotora, que al parecer tiene pendiente terminar una lista añeja.

A partir de este planteamiento "La lista de los deseos" es un encadenamiento de despropósitos. Según Álvaro Díaz Lorenzo ("Los Japón" y "Señor dame paciencia") con esta película pretendía hablar sobre el cáncer desde un punto de vista optimista, sentimental y con un toque cómico. No lo consigue porque, para empezar, no habla de esta enfermedad, la sobrevuela, incluso la frivoliza y apenas sugiere lo atroz que es. Vamos, la utiliza como podría haberlo hecho con un dolor de muelas. El optimismo, el sentimentalismo y su propósito de ser gracioso, son tan forzados y sin consistencia que los actores a duras penas puede defender y agarrarse a un guión ¿endeble?... No se me ocurre otro adjetivo  La trama es previsible, plana y boba... Casi infantil ¿¡Y los deseos!? ¡Pocas aspiraciones las de estas mujeres! ¿Se pueden tener deseos pendientes tan sosos como los que propone Díaz Lorenzo? Por otra parte, la ligereza y candidez de los diálogos no alcanza ni a la intelectualidad de las españoladas de los 70. Yo aún no he podido descubrir a qué público va dirigida esta película. La gente con un par de neuronas, que esté en los 20, los 30 o la adolescencia, para empezar seguro que tendría deseos más interesantes o al menos poéticos. Por otra parte, difícilmente podrán identificarse con los textos insulsos y nada creíbles de los personajes. Respecto a los gags, facilones, son tan efervescentes como una caña caliente que ha perdido todo el gas.

Las anteriores comedias de Díaz Lorenzo fueron un éxito en taquilla -lo que no se traduce ni en calidad ni en que fueran buenas-, y en "La lista de los deseos", el director parece apuntar hacia el mismo objetivo con su "fórmula magistral". Un estilo de dirección, fotografía y producción sin estilo. Y recurre nuevamente a su troupe incondicional de actores. Además de María León o Silvia Alonso, por la pantalla desfilan Salva Reina, Paco Tous, Boré Buika  o un Andrés Velencoso -visto no visto- que hace un cameo de tío buenorro para que las quinceañeras tengan sus cinco segundos de babeo.

En esta road movie, a la que la falta un mapa bien trazado, los actores se defienden como pueden y algunos como en el caso de Paco Tous, demuestran que no hay guión esperpéntico que pueda con un buen intérprete. Luego, en mi lista de "Salve su dignidad quien pueda",  le siguen Silvia Alonso -aunque ya la hemos visto en más ocasiones con personajes como Mar-, María León -bastante contenida para estar en la piel de alguien supuestamente angustiada por una grave enfermedad- y Salva Reina, capaz de dotar honestidad y transparencia al buenazo de Toni, el camarero en un restaurante con estrella Michelín en Cádiz. Respecto a Victoria Abril -una actriz excelente, mientras no se demuestre lo contrario- y su Carmen, la pseudo Hada Madrina madurita que "guía" a las otras dos protas, me ha hecho sentir joven como en una especie de viaje en el tiempo hacia atrás: la Abril está igualita a sí misma, y hace los mismos gerstos de cuando era azafata de "Un, dos, tres... responda otra vez".

"La lista de los deseos" es una película que aparentemente trata sobre el cáncer, tema muy frecuente en la gran pantalla, pero en este caso no aporta nada (ni nuevo, ni bueno, ni malo). También es una tragicomedia que difícilmente repercutirá en la fibra sensible de alguien : ni lágrimas, ni risas... Ni asombro, ni misterio, ni emoción y ni...

Por lo general, por aquello de respetar el trabajo de todo artista que se esfuerza en hacer y compartir su obra, me gusta destacar lo bueno de lo que ha hecho. Con "La lista de los deseos",  me ha costado pero bueno, además de a Paco Tous, resaltaría el tema musical de La Mari y que parte de los beneficios recaudados se destinarán a la Investigación de la Lucha Contra el Cáncer.

Resumiendo: "La lista de los deseos" no hay antagonistas, todos son buenos, no hay malos... A excepción de la producción en sí misma. Lo más increíble de este asunto es que en Hollywood han comprado los derechos de remake  para hacer una versión americana y seguramente, a poco que se esfuercen, será mejor.
Bettilda
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5
23 de mayo de 2020
3 de 5 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cartas a Roxane nos traslada a un París inmerso en la fragancia de la Belle Époque a finales del siglo XIX para contarnos, la génesis y el proceso de creación de Cyrano de Bergerac, la obra cumbre y clásico por antonomasia del teatro francés. Lo hace a través de los vicisitudes de Edmond Rostand (Thomas Solivérès), un poeta y dramaturgo soñador, víctima de un bloqueo creativo total, que lleva unos cuantos fracasos a sus espaldas. El joven está levemente desesperado porque tiene serias dificultades económicas y una familia a la que alimentar. Pero su suerte está a punto de cambiar cuando su admiradora y gran actriz Sarah Bernhardt (Clémentine Célarié) le presenta al reconocido actor Constant Coquelin (Olivier Gourmet). Tras el encuentro, este último insiste en quiere y va a interpretar la próxima obra de Edmond. ¡Genial! Pero hay unos detalles sin importancia: Edmond no tiene ni una línea escrita, aunque sí el título “Cyrano de Bergerac” y que el estreno deberá ser en tres semanas.
Tal como señala su director, en su película «todo se mueve, bulle, rebosa de gente, los cambios de decorados son muchos y acontecen a la vista. Hay humor, emoción, poesía y ritmo». La fotografía es otro de los puntos fuertes de esta obra, ya que con planos y ópticas muy bien elaboradas nos da otro punto de vista sobre las varias historias del guión. Cartas a Roxane, sobre todas las cosas, es un oda al teatro y el universo que lo conforma. El propio Michalik es quien lo advierte: «Mi película es una declaración de amor al teatro, a sus actores, a su artesanía, y a sus ilusiones. No hago sino evocar a Rostand. También he incluido a Feydeau, Courteline, Sarah Bernhardt, Coquelin, etc. En suma, todos esos autores y actores que en aquella época sabían generar sobre el escenario verdaderos acontecimientos populares hechos de gracia y comicidad, festividad, poesía y drama».
Y en su tour Michalik -al tiempo que narra la historia de Edmond y la puesta en marcha de Cyrano en todos los sentidos- nos habla de los malabares que se hacían para conseguir los dineros para la obra; del martirio y el placer de los ensayos; los quebraderos de cabeza que a veces suponía el atrezo, solucionar cuestiones técnicas, de vestuario o con el casting de actores… En este apartado, al hablar de aciertos es obligado mencionar a un magistral Olivier Gourmet (Coquelin/ Cyrano) y una deslumbrante Mathilde Seigner (Maria Legault/Roxane).
No ocurre lo mismo con el Edmond de Thomas Solivéres, que podría haber dado más de si. Puede que sea una cuestión de la caracterización: un mostacho demasiado relamido y ¿grande o pequeño? para la cara infantil del joven actor; quizá que su vestuario parece cogido del armario de su padre. También puede tratarse de una falta de sintonía con la potencia interpretativa del resto de los actores. A su personaje, tímido, dubitativo y consternado le falta intensidad. Y no se debe al contraste con el resto de personajes, mucho más histriónicos y sonoros, ya que Igor Gotesman, que interpreta a Jean Coquelin, el hijo de Coquelin, algo lelo y muchísimo menos expresivo, borda su papel.
En su estreno original en el teatro Porte-Saint-Martin de París en 1897, Cyrano de Bergerac, en pleno auge del naturalismo y el realismo, tenía todas a su favor para ser un estrepitoso fracaso. Rostand se lanzaba al estrellato (o a estrellarse) con un pieza de cinco actos, de aventura y romance, ambientada en el siglo XVII y ¡en verso!. En Cartas a Roxane hay una escena entre Coquelin y Maria Legault, antes del estreno de su obra, que da fe de lo que debieron sentir los primeros protagonistas de este clásico francés y el amor de Michalik por el teatro.

Cyrano: «Los grandes actores soñarán con hacer Cyrano, y las actrices de Roxane».

Roxana: «¡Esta noche es nuestra noche!»

C: Sí, pero mañana…

R: ¿Por qué pensar en mañana? Para los actores el mañana no existe. Lo que existe es el público, el espectáculo, el instante. Somos artesanos de lo efímero. ¡Vamos a enseñarles nuestro arte!

No siendo un documental, y con abundancia de realidades ficticias -por cierto los idílicos decorados de París, con toda la esencia y una fidelidad preciosa a la Belle Époque fueron rodados en Praga-, tramas y subtramas, Cartas a Roxane es muy fiel a la historia y época del nacimiento de Cyrano. Con una primera parte un poco lenta y falta de emoción, el filme se deja ver, entretiene, despierta un buen surtido de sonrisas, alguna risa, pero no será uno de esos títulos que pasen a la filmoteca de nuestras memorias.

«Cartas a Roxane» llega este viernes a salavirtualdecine.com y en plataformas digitales como Movistar+, Rakuten TV, Vodafone, Apple TV y Google Play.
Bettina Dubcovsky en
https://lascosasdelquerer.com/
Bettilda
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7
18 de octubre de 2021
6 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una vez más, como lo hizo en "Carne trémula" y en "Todo sobre mi madre", Pedro Almodóvar pone a Penélope Cruz a parir. En Madres paralelas el director se adentra en el tema de la maternidad ahondando en las motivaciones, contradicciones y vicisitudes femeninas a la hora de tener hijos y actualiza su visión sobre las madres abnegadas a través de los distintos modelos de madres siglo XXI.
La película se centra en la relación entre dos madres primerizas, solteras y embarazadas que se conocen en el hospital poco antes de dar a luz. Janis (Penélope Cruz) de mediana edad, está feliz. Ana, una adolescente desamparada, (Milena Smit) que aún ejerce de hija, está asustada y reticente ante la idea de ser mamá. Entre ellas se crea un vínculo que acabará nutriendo complicando y cambiando sus vidas. "Madres paralelas" son dos películas enlazadas: una, la mencionada sobre la maternidad en su disparidad de vertientes, y la otra, en torno al delicado tema de la Memoria Histórica, que se traza a través de la necesidad de Janis de desenterrar los huesos de su abuelo. El tema de las fosas comunes tiene un peso específico en la trama pero en el largometraje se toca a modo de prólogo y epílogo. En casi todas las películas de Almodóvar siempre hay puertas que se abren y se cierran, y éstas, en "Madres Paralelas", aparecen más que en otras remarcando la sorpresa, ilusión, decepción o dolor de los personajes. Intuyo que para la inclusión de tanta puerta confluyen dos razones: la primera, el guión fue escrito durante el confinamiento, cuando apenas salíamos o entrábamos de casa. Segunda, el tema tangencial del filme, el de los muertos de la Guerra Civil al que el director hacía tiempo que le había echado el ojo. Almodóvar ya se había adentrado en la cuestión como productor de "El silencio de los otros", un documental excelente sobre esa realidad sombría de España dirigido por Almudena Carracedo y Robert Bahar, pero producir no es lo mismo que contar, y Pedro, probablemente, necesitaba aportar su narrativa al asunto. Lo hace con seriedad, delicadeza y veracidad y dejando una puerta abierta a la esperanza.
También me han llamado la atención los cambios abruptos, casi cabreados del pase de una escena a otra, puede que se deba a un extraño montaje discontinuo. Asimismo destacan la muy sagaz utilización de elipsis, que nos ahorran detalles superfluos, y el regodeo en unos diálogos que, de tan sustanciosos, en algunos momentos pecan de teatrales. Son textos que cambian de musicalidad, ritmo y suenan más forzados y menos creíbles cuando tratan la vertiente histórica y que relucen con luminosa naturalidad en los discursos del melodrama. Madres paralelas, mucho más dramática, tensa y con dosis muy dosificadas del humor almodovariano, está marcada por los contrastes: el de las mujeres de distintas generaciones y maneras de plantearse la maternidad (y la vida) y también en el arte. En la escenografía hay una llamativa la mezcolanza de pinturas del XIX y XX de artistas tan dispares como Romero Torres, Sorolla u Óscar Domínguez con la contemporaneidad de Dis Berlin o una obra firmada por Almodóvar y Jorge Galindo. Ocurre también con la estupenda selección de fotografías de Virxilio Vieitez, de Cecil Beaton y el ya mencionado Oriol Maspons.
En cuanto a las interpretaciones, la de Penélope Cruz con una lucha interna con un nudo en el estómago por lo que hace, lo que quiere hacer y lo que debería hacer, al tiempo que guarda las apariencias hasta que explota, es bestial. Milena Smit que en ésta, su segunda película, da vida a un personaje vulnerable absolutamente antagónico al explosivo que interpretó en No matarás de David Victori, su actuación en ambas es pura dinamita. Su talento inconmensurable, su profesionalidad y su despegue recuerdan mucho al de Rosalía y sin duda la actriz llegará hasta donde ella quiera. Respecto a Aitana Sánchez-Gijón, su Teresa no es la gran interpretación de su carrera, el personaje de Rossy de Palma apenas le da juego para poder hacer de ella misma sin más matices. Israel Elejalde da vida a Arturo, el padre de la criatura de Janis en un rol secundario que borda.
Madres paralelas podría haber tenido varios finales posibles (a mí se me ocurren unos cuantos). La decisión del director me pareció un tanto brusca. En la escena aparecen todos los personajes con sus relaciones y aflicciones resueltas, Almodóvar nos las da masticadas y digeridas. Me quedé con las ganas de saber un poco más sobre cómo mezclo los ingredientes y los cocinó. Sea como fuere el cineasta optó por cerrar su largometraje con la exhumación de las fosas comunes. Es conmovedor, y hay un momento de la acción en la que se evoca una secuencia de El silencio de los otros que pone la piel de gallina. La película está bien y me da que por el hecho de ser un dramón De profundis, lo de las "chicas Almodóvar" pasará al olvido. Las mujeres de Madres Paralelas han dado el estirón y han madurado. Dicen que la película es lacrimógena, a mí no se me escapó ni media lágrima. Lo que sí es seguro, es que más de un espectador saldrá con ganas de tortilla de patatas, no tanto de un pincho como de prepararla en casa y comprobar si nos sale tan espectacular como la de Janis. (La crítica completa en www.lascosasdelquerer.com)
Bettilda
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9
24 de junio de 2021
21 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
Con Operación Camarón, quién más quién menos, todos caemos en la risa e incluso en la carcajada. Lo que distingue a la nueva película de Carlos Therón (Impávido, Fuga de cerebros 2, Es por tu bien y Lo dejo cuando quiera) de cualquier otra comedia española es que tiene un humor inteligentemente tonto. Es imprevisible y surge en los diálogos de un modo espontáneo y natural, como la vida misma. Theron tiene el buen rollo incrustado en su ADN, por lo que se intuye que durante el rodaje todo el equipo se lo pasó bomba y así de chispeante, gamberro y entrañable ha quedado su trabajo. Sin duda alguna, el filme será el taquillazo de este año y que Chico Perfecto, la canción principal y tan pegadiza como Super Glue, interpretada por Riki Rivera (en la ficción por Los Lolos), ganador del Goya a la Mejor Canción Original en 2015 por ‘El Niño, va a ser el tema estrella de este verano. Solo con su estética personalísima y colorinche, sus estilismos cañí con pantalones chándal, gorras, collares groseramente dorados, todo ello acentuado con el chunga chunga de los ritmos flamencotrap, resuman optimismo y alegría.
Con un reparto coral encabezado por Julián López, Natalia de Molina, Carlos Librado 'Nene' y Miren Ibarguren, esta cinta, con guion de Josep Gatell y Manuel Burque (quien también actúa interpretando a un poli entrañable), es una reconstrucción a la andaluza - se ha rodado entre Sevilla y Cádiz- de la italiana Song é Napule, que dirigida por los hermanos Manetti, fue el filme revelación en Italia en 2013 tras ganar tres premios Donatello.
La historia nos cuenta como Sebas (Julián López), un gran pianista frustrado por su miedo escénico, se incorpora a la policía, gracias a un nada disimulado enchufe. Novato irremediable, encantado de estar en los archivos de su comisaría, se ve obligado a infiltrarse como teclista en una banda de flamenco-trap llamada 'Los Lolos' que van a tocar en la boda de la hija de un traficante local. Su objetivo es identificar y detener a "El Fantasma", un gran capo de la droga. La metamorfosis que irá protagonizando el personaje es del día a la noche y López la va dosificando con cautela y credibilidad.
Y para tejer esta trama Carlos Theron dirige un reparto que parece nacido para dar vida a cada uno de los personajes. Un deslumbrante Carlos Librado 'Nene', muy alejado de los roles serios a los que nos tiene acostumbrados, hace un interpretación extraordinaria de Lolo, el narcisista líder de la banda; Natalia de Molina, sacando a la luz su talento también para la comedia, da vida a Luci, una choni insuperable, hermana del Lolo y mánager del grupo de electro-lolailo; Miren Ibarguren, es Pepa la poli dura, jefa de la unidad antidroga, que marca tendencia a bofetones limpios: atiza primero y pregunta después. Sus ayudantes son Julián Villagrán, que es el ta-ta-ta-ta-tartamudo Blas y Canco Rodríguez, El Mula, súper chulo y responsable de la perfecta transformación del correctísimo Sebas en un quinqui total. La troupe se completa con Antonio Dechent, como Abeledo , el narco malo malísimo; Juanlu González y Xisco González, Alberto López, Adelfa Calvo, Manuel Burque, un gallego con jerga andaluza, Carmen Orellana y Paco Tous con un papel breve pero interpretando a un desternillante Comisario.
A esta peli le va la marcha, a ritmo de flamencotrap: hay persecuciones, disparos, algo de romance, ¿suspense? y sobre todo un montaje, unos diálogos y unas actuaciones brillantes. También hay que destacar un fuerte acento en los personajes femeninos son de tomo y lomo, la Luci es una choni (a la que le hubiera venido muy bien un cabello de color fucsia o verde para diferenciarse de su Triana en Adiós), con las ideas muy claras, mucha determinación y que tiene controlado a su hermano con las riendas cortas. En cuanto a la Pepa de Miren, embarazadísima y con las hormonas revolucionadas, no se anda con chiquitas y a sus hombres hombres los controla casi bajo una ley marcial.
Hay que decir que el maestro Camarón poco o nada tiene que ver con esta película a no ser por un par de tatuajes. Pero Kiki Rivera explica el porqué del título. "No trata la vida del genio de la isla de San Fernando, ni su obra. Solo está presente porque la isla es Camarón y Camarón es la isla y casualmente ahí es donde surge todo este conjunto de persecuciones, ‘granujeo’, flow latino, comisarías, trap, delincuentes peculiares, beatmakers, amistades inoxidables, infiltrados y algo de flamenco. Bueno y algún que otro detalle que da sentido a esta aventura gaditana. Por eso es complicado etiquetarla".
Operación Camarón, divertida y con alma se hizo esperar. Debía haberse estrenado hace 15 meses, exactamente el mismo día en que se decretó el confinamiento. La espera ha sido larga, tanto como nuestras ganas de pasárnoslo bien como en los viejos tiempo. No pasará a la historia pero nos hará pasar un divertidísimo rato.
Bettilda
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