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Críticas de Amante del Gran Cine
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Críticas 7
Críticas ordenadas por utilidad
10
25 de abril de 2011
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Cuántas veces hemos querido que un instante durase para siempre? ¿Cuántas veces hemos querido que un abrazo con las personas que amamos se prolongase infinitamente? ¿O un beso? Esa sensación de éxtasis, de placer absoluto. Las mejores películas consiguen mantener esa sensación durante dos horas. El arco, del maestro Kim Ki-duk, es una de esas películas. El director coreano utiliza un recurso tan discutible como la cámara lenta únicamente porque él está enamorado del Hombre y de la Tierra. Es tal su amor, tan intenso, tan absoluto, que puede caer en errores. Pero igual que todos cuando nos dejamos llevar por las pasiones. Puede que esta sea una película desequilibrada, que el guión caiga en algunos tópicos o que sea demasiado preciosista. Pero, ¿quién no se maravillaría ante semejante belleza?

Es lo que le pasa al protagonista de esta historia. Un viejo pescador que encuentra a Dios reencarnado en una bella muchacha. El milagro del cine expresado en el rostro de una actriz. Difícilmente encontrarán en el cine contemporáneo un rostro tan inocente y tan pulcro como el de Han Yeo-reum. En la mirada de una mujer comenzó el cine a ser Arte (antes era solo entretenimiento, industria...). También ahí comenzó el Pecado del Hombre. Bendito pecado. La belleza de su rostro se proyecta a todas las cosas de la película. Kim Ki-duk, enamorado también de la actriz (en los mentideros se dice que la acosaba), proyecta su belleza a todas las cosas. Y quiere que duren para siempre. Por eso la película avanza tranquilamente, con parsimonia. Por eso el director y el espectador terminan reencarnados en el viejo pescador. Todos cometeríamos delitos por tener un milagro junto a nosotros.

La mejor película de uno de los más grandes directores del cine reciente.
Amante del Gran Cine
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9
25 de abril de 2011
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sublimando la obra de su amado Tarkovski, Carlos Reygadas se presentó al mundo con Japón, en opinión de quien escribe esto, la película que más cerca ha estado de eso que llamamos Dios. Y me refiero a Dios como algo absoluto, como algo trascendente. Algo en lo que el Hombre cree necesariamente, aunque luego reniegue de él. No pretendo hacer una apología de la religión. Yo soy ateo, creo que Reygadas también. Pero siento fascinación por el hecho de que todas las civilizaciones humanas han creado a sus dioses, a esas figuras que explican aquello que no somos capaces de comprender.

Y Japón se sitúa en el terreno de lo inexplicable. Un hombre que abandona los muros de la ciudad, para retirarse a la montaña. Un lugar tan alto donde casi puedes tocar a Dios. Allí, todo resulta trascendente, al igual que en Andrei Rublev, de Tarkovski. Cada gesto, por nimio que sea, parece sublime. Y Reygadas sabe como filmarlo. Sea hermoso, sea desagradable, todo parece creación de un Dios anterior a todas las religiones. ¿Cómo explicarlo? Reygadas no lo hace. Es cada espectador el que debe encontrar su respuesta. Los que sean religiosos la encontrarán, y los que no lo somos disfrutaremos ante ese mundo de imágenes y sonidos llenos de incertidumbre. Reflexión filosófica de altos vueltos. Seguramente Reygadas no filmará nunca nada tan bueno como Japón, porque es casi imposible. Sin embargo, quedará para la Historia del Cine como un director que consiguió sublimar una herencia cinematográfica (Bresson, Bergman, Tarkovski) llevándola a lugares nunca explorados. Brindo por ello.
Amante del Gran Cine
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9
25 de abril de 2011
3 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Park Chan-wook ha entendido que el cine ni se crea ni se destruye, únicamente se transforma. Es un Arte que sirve para registrar la vida del Hombre, su Cultura, su Civilización. Cada época ha tenido sus obras maestras, cada una con sus características. De Intolerancia de Griffith a Amanecer de Murnau. De esta a Lo que el viento se llevó. De ahí a El crepúsculo de los dioses. Después, Doce hombres sin piedad, El Padrino, Dersu Uzala, Fanny y Alexander, La lista de Schindler... ¿saben lo que ocurre con todas estas Obras Maestras? Que cada una es distinta. Hecha por hombres de su tiempo que supieron plasmar en el cine las Ideas de aquella época.

Y eso hace Park en esta contundente y sublime película. Olvídense de los viejos vampiros. Park pone al vampiro como un paria, en un mundo dominado por la adicción y el materialismo. Los valores se han perdido. La creencia en lo sobrenatural también. El vampiro queda reducido a un símbolo pop. Park muestra esta indefinición con grandes momentos cómicos, otros de una profundidad dramática inalcanzable para cualquier director que no sea él, Nolan, Kim Ki-duk y dos o tres más (de los actuales). Realmente es difícil darle nota a esta película. ¿Acaso se puede cuantificar esa grandiosa escena final, ese sacrificio que hace el protagonista?

Park confronta el pensamiento racional al pasional. El cura con sus ideas claramente asentadas que tiene que hacer frente a lo inexplicable, a lo místico. La fe del catolicismo no llega para comprender su transformación en vampiro. Pero tampoco para comprender a la sociedad. Song Kang-ho interpreta con enorme profundidad a este cura que se enamora de Kim Ok-bin, otra bella actriz desconocida (hasta ahora) del cine coreano. Se enamora de ella por su imposibilidad. Da igual que sea una asesina, no puede vivir sin ella. Es el fruto de su felicidad, también su condena.

Quien no llore con el final de esta película es que nunca ha amado.
Amante del Gran Cine
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9
25 de abril de 2011
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El cine español llevaba años viviendo en la oscuridad. Dominado por cineastas-guionistas que creaban películas mecánicas, sin vida, sin ideas. Salvo algunos héroes en el desierto, como Zulueta, Bigas Luna (en sus inicios), Amenábar y unos cuantos más que intentaban hacer cosas diferentes. Y entonces, apareció Jaime Rosales. Hizo Las horas del día y desapareció. Muchos pensábamos que sería flor de un día como tantos otros. O que en un país que odia tanto el cine como España, no tendría espacio. Como Erice, condenado a documentales y películas menores. Pero entonces, cual Ave Fénix, Rosales resurgió y colocó el nombre de España en el mapa del cine.

Lo hizo con esta película que es a la vez obra de un pintor impresionista y de un filósofo humanista. Fíjense en cada plano de esta película. Largos y profundos, perfectamente encuadrados. Si se ven la película varias veces, hasta parece que se van a notar los trazos del pincel. La polivisión (método que utiliza Rosales para mantener en pantalla dos situaciones distintas) hace más difícil la visión de la película. Tan difícil como es desentrañar nuestra propia realidad. Humanista porque es capaz de comprender al Hombre y a la Mujer. Porque cada palabra que sale de las bocas de sus actrices ha sido dicha por una madre, por una hija, por un trabajador. No es un cine que solo entienden los intelectuales, tampoco nace de mecanismos estudiados en las escuelas de cine. Nace de salir a la calle y de mirar a la gente, de escucharla. Eso es lo que hace Rosales. Es un Gran Artista, uno de los más grandes que ha dado España en cuanto a cine, pero al mismo tiempo tiene la humildad de un monje franciscano.

Que aprendan "geniecillos" como Albert Serra o Isaki Lacuesta.
Amante del Gran Cine
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9
25 de abril de 2011
2 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Venía Zack Snyder de salvar una película para adolescentes, un remake de una pobre película del sobrevalorado Romero, elevada por cinéfilos de poca monta a obra de culto. No esperábamos mucho, puesto que las adaptaciones de cómic ya se sabe cómo son, pero mire usted por donde, me sorprendí totalmente con esta brillante película que, en el fondo, trata sobre el cuerpo humano. Sobre sus músculos, sobre sus contracciones. Tiene como base la furiosa novela gráfica de Frank Miller, pero va mucho más allá. Porque a la fidelidad expresiva total le añade movimiento, le añade sonido. Y entonces lo que era fantástico se transforma en sublime. Seguramente la película de Zack Snyder es lo que Miller tenía en la cabeza cuando empezó a crear su obra. Así que aquí todo es perfecto. Esa Civilización Griega, que normalmente se conoce por crear la filosofía y la democracia, está aquí dominada por la brutalidad. El cine es pasión antes que razón. Así que no hay filósofos, sino guerreros. Pero en ellos encontramos una verdad trascendente, inherente no solo a los griegos, sino a todos los hombres que han vivido y que han muerto, que han amado y que han odiado. Esa verdad es la lucha del hombre por sobrevivir. Sobrevivir a su entorno, sobrevivir a sus deseos, sobrevivir a la guerra.

Mientras otros directores expresan sus ideas a través de tediosas y obvias lecturas de guión, Snyder, al igual que Nolan, le basta el simple movimiento de la cámara y de sus actores. Como si imagen e idea entraran en simbiosis y todo alcanzara una forma única perfecta. Es el privilegio de los grandes cineastas.
Amante del Gran Cine
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