Lo de Pretty Woman no sé cómo tomármelo. Sin ánimo de polémica: cuando veo altas puntuaciones para, por ejemplo, El piano, Primavera, verano, otoño, invierno…y primavera o Mar adentro, discrepo radicalmente, pero entiendo que son películas que se dirigen a una sensibilidad opuesta a la mía o, al menos, percibo en ellas la presencia de algún elemento extracinematográfico que puede atraer; insisto, a una sensibilidad muy diferente de la mía.
Ahora bien, Pretty Woman me pareció una película normal; normal y nada más. Y ahí empieza mi desazón: no he logrado determinar, a fecha de hoy (y la vi cuando se estrenó, en 1990), no he logrado determinar, digo, qué tiene de especial. Así de simple: no consigo establecer por qué estamos hablando aún de una cinta que, si por mí fuera, estaría olvidada a los cinco minutos de su visión, como otras docenas de películas que he visto en mi vida. ¿Cómo expresarlo? No me parece tan mala – ni, aún menos, tan buena- como para entablar una discusión y, por eso, me deja perplejo el inmarcesible entusiasmo que despierta.
Algo se me escapa.