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España España · Sunset Boulevard
Críticas de Cineaste
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Críticas 125
Críticas ordenadas por utilidad
9
20 de noviembre de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Para expresionismo cinematográfico el que Erich von Stroheim llevó para los Estados Unidos de la mano de la Metro Golden Mayer con “Avaricia”, un film tan salpicado de polémica como rebosante de controversia institucional. La película, recortada y/o censurada hasta en dos ocasiones, navega entre las antagonistas aguas de lo comercial y el realismo social como estudio antropológico.

El esfuerzo artístico no tiene parangón: eternas horas de rodaje, actores exprimidos hasta la última gota de sus fuerzas, duro trabajo decorativo y escenográfico en exteriores…todo para una representación tan realista de las calles neoyorkinas de los años 20, como de las calurosas arenas del desierto bajo un sol de justicia que ponía de manifiesto el inmenso trabajo interpretativo de personajes obligados a ponerse literalmente en el pellejo de los protagonistas como si de actores de método se tratase.

Tal belleza técnica hace que nos olvidemos injustamente del interesante guión que se nos muestra en una historia que expone el ascenso y la caída humana, las relaciones sociales y el egoísmo existencial intrínseco en la figura de cada hombre que deriva en actos inhumanos por interés comercial, carnal o de poder. Quizás, no conozcamos límites para los instintos más primitivos que nos hacen reflexionar sobre si semejante obra maestra es capaz de mostrarnos la cautivadora sensación de la crudeza humana.
Cineaste
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7
12 de noviembre de 2017
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Harold Lloyd se ganó el derecho a pertenecer, junto a Buster Keaton y Charles Chaplin, al triunvirato de grandes directores que encabezaron el cine mudo de los años 20. Su originalidad, optimismo desbordante y una actitud positiva ante la vida, reflejaban en sus películas una personalidad inigualable que dotaba de un gran sentido del humor a sus cintas.

“El hombre mosca”, quizá sea su obra más conocida, y es aquella que le otorgó un gran éxito en taquilla, logrando alcanzar la fama mundial mientras albergaba un gran séquito de seguidores incondicionales. Sus enormes anteojos, esa destreza para transmitir comunicación no verbal a través de sus audaces movimientos y grandilocuentes gestos, hicieron de él un personaje legendario.

La película resulta una ácida crítica al sistema social y capitalista en el que se instauran los Estados Unidos – curiosamente a pocos años del crack -, y las diferencias de trato con las distintas clases sociales. No obstante, el film contiene una técnica exquisita, elevada a la máxima potencia gracias a unos efectos especiales realmente conmovedores para la época y un ingenio subyacente expuesto en cada uno de sus fotogramas. Fue así como nació una de las grandes escenas del séptimo arte, el mismo día que vimos al primer spyderman de la humanidad.
Cineaste
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7
20 de noviembre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película supone una rompedora puesta en escena que remueve los cimientos del cine de los años 50, con una idea tan original que es capaz de destrozar los esquemas del cine de ciencia ficción del momento, bajo unos efectos especiales de cartón piedra lo suficientemente dignos como para que una película de serie B se transforme en una película de culto.

La cinta se divide en dos partes diferenciadas: una primera que pone de manifiesto el problema que atesora nuestro pequeño protagonista – un muy creíble Grant Williams -, y un segundo tiempo que camina hacia el género de aventuras, en un excelente uso de recursos escenográficos bañados en música de viento para realizar un profundo análisis del espíritu de supervivencia y la exploración psicológica del hombre.

Tal vez la trama pierda un poco de fuerza por algún salto fotográfico que aprecia falta de ritmo, terminando también por mostrar un aspecto visual demasiado convencional. Pero precisamente, en la capacidad para descolocar la sencillez del entorno usando el efecto óptico, reside el éxito de un film que realiza una reflexión existencial con una conclusión metafísica que trata de dar un toque de atención a la humildad del ser humano.
Cineaste
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6
20 de noviembre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es extraño ver a Hitchcock recreando un espacio político comprometido en una trama de las características de “Topaz” a finales de la década de los 60. Quizás es la razón por la que la película no termina de cuajar, vestida de adorno para una fiesta a la que no quiere asistir. El desengaño del director en esta obra se aprecia en el resultado final que, lejos de parecerse a lo que venía desarrollando el británico con anterioridad, se pierde en una divagación inusual para el maestro del suspense.

No obstante, hasta con la desgana de quien no cree en lo que hace, Alfred es capaz de mantener la tensión hasta los últimos fotogramas de la cinta, pese a que no parezca dar mucho más de sí. Además, poco partido pudo sacar a unos actores cuyas interpretaciones caminan entre la intrascendencia y la simplicidad, por lo que la película parece constantemente revestida de una sobriedad que no permite elevar el exponente cinematográfico con la magia a la que nos tiene acostumbrados.

En resumen, un largometraje con mayor resultado del que podía mostrar, gracias a la elegancia direccional de Hitchock, el buen uso de la música y una claridad narrativa que nada en un océano de soporífera espera. Un film a medias, rescatado para la trayectoria del genio, capaz de todo.
Cineaste
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5
20 de noviembre de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Segunda parte de la trilogía que Richard Linklater ofreció para el género romántico, en una vuelta de tuerca agradecida para una temática maltratada en los nuevos tiempos en forma de comedias de bajo coste. En una visión más reposada bajo una perspectiva mucho más sosegada y madura de la realidad en la que se ven sumergidas las relaciones personales, el director realiza un trabajo personal de autor que se aprecia con buenos ojos en la ejecución de estas obras, que tuvieron su punto de enlace común usando el entorno parisino para el año 2004.

Pero en este compendio de buenas intenciones surge un problema emergente entre las aguas del Sena. La calidad forzada de los encuentros se retroalimenta demasiado en la idealización innecesaria no ya sólo del amor, si no de un encuentro esporádico hundido en el tiempo. Si en las conversaciones entre los dos protagonistas apreciamos una visión más objetiva del amor de la que solemos encontrar para el cine, esto se rompe en mil pedazos cuando los derroteros derivan hacia un ensalzamiento sin igual de las circunstancias, impidiendo el análisis crudo y objetivo de unos hechos contados para ser más reales que poéticos. Demasiada carga para un film realizado con mimo pero con la sencillez de aquel que se centra más en un discurso que no termina por cruzar la meta, no sabemos si como genialidad o decepción.
Cineaste
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