Teniendo en cuenta que toda la carrera de Christopher Nolan gira en torno a los rincones más obtusos de la mente (la creatividad en Following, la memoria en Memento, la identidad en Batman Begins y en The Prestige, la naturaleza del mal en The Dark Knight y los sueños en Inception), enfrentarse a una película con este título, Insomnio, dirigida por este hombre, produce la emoción de una gran -y distinta- aventura.

Y lo cierto es que debajo de la apariencia -que tan solo es una apariencia- de thriller convencional sobre una investigación policial en remotos paisajes tipo Twin Peaks, Insomnio es un fascinante estudio sobre la psique humana, y cómo ésta lidia con la culpabilidad, el deber, la moralidad y el agotamiento más extremo y la perturbación de la realidad que produce el sueño.

Y es fascinante ver cómo Nolan va envolviendo al espectador y a sus personajes en una neblina tan espesa como aquella de una escena esencial de la película, cómo va revelando las diversas caras de sus protagonistas (unos extraordinarios y sutiles Robin Williams, Hilary Swank y Al Pacino) los males, los deberes y los temores de todos ellos, a medida que esta intriga -magníficamente escrita, por cierto- deja de ser tal para ser ese tortuoso examen de conciencia desde los albores de la consciencia.

Por supuesto, el trabajo que realiza Pacino no es de este mundo. No sólo por su comprensión total de un personaje totalmente complejo, sino también por la cantidad de momentos desgarradores, enérgicos, emotivos, que regala; por el constante y creciente estado de ánimo de una persona que no duerme, y cómo esto afecta a su investigación, a su vida, a sí mismo, y a los propios hechos, una interpretación que es el canal mismo por el que se transmite una película incómoda, tensa, compleja y profundamente moral.