Iron Man: típico blokbuster veraniego para devoradores de palomitas que suma unos efectos especiales espectaculares (que menos se le puede pedir...), un ritmo trepidante (otro tanto), un reparto popular, y un poco de moralina (parece ser que es imprescindible). Pero, ¿qué es lo que diferencia a Iron Man de otras tantas miles de película de superhéroes de resultados paupérrimos? (el último ejemplo, el último Spiderman). Muy fácil. La ironía, presente en el guión de la primera a la última línea, y que permite así no hastiar de espectáculo y aparatosidad al espectador, porque la historia está contada con sentido del humor y hasta podríamos decir que las escenas más intimistas, más humanas, son realistas, ya que la trama sabe no ser sentenciera y el director sabe ser funcional. Y sin embargo, aunque haya otros superhéroes mucho más interesantes que este, lo que le da especial relevancia a Iron man es ese Showman que probablemente hace de si mismo (y poco importa) que es el gran Robert Downey Jr., al que parece que por fín se le está dando una segunda oportunidad, ya que sin lugar a dudas es uno de los grandes del cine reciente, pero nunca se le permitió mostrar su verdadera capacidad, pese a ser mucho más tridimensional que, por ejemplo, su homólogo Jhonny Deep. Su superhéroe es humano, pero también es atractivo y fascinante para el gran público, y esa es la mayor virtud de la película, que bordea sin embargo los límites de lo ridículo en las cuestiones políticas que aborda, pero que trata por todos los medios de divertir, y ¿qué hay de malo en eso? Además nos ofrece la oportunidad de recuperar a un viejísimo y gordísimo Jeff Bridges, que sin embargo sigue siendo tan profesional como siempre, y a Gwyneth Paltrow, mucho más apasionada que en sus películas más pasionales, porque se relaja y se permite disfrutar, reirse y encandilar al espectador.
Una entretenida, entretenidísima, película de verano, que no pasará a la historia pero que al menos nos permite pasar un buen rato.