Y sigo hablando del matrimonio; adoro esa complicidad entre la pareja cuando ella se entera de que su marido no es quien dice ser, pero ella lo quiere tanto que pese a su indignación le tapa, aunque después se explaye a gusto una vez se quedan solos (mucha atención a esa escena).
También me encanta su hijo mayor, el cómo se toma darse cuenta que su padre ha tenido una identidad falsa todo este tiempo, incluso al saber cuál es en realidad su procedencia.
No me esperaba de ninguna manera el desenlace cuando encuentra a su hermano mayor. Ese beso frío entre dos hermanos que se odian a muerte, el diálogo entre ellos donde se ve a simple vista que saltan chispas. No es muy difícil imaginar que no acabará en nada bueno, pero la frialdad y el odio que hay entre ellos te impide ver que sucederá a continuación.
Y al final, el cruce de miradas entre el matrimonio lo dice todo. Aquí ya sobran las palabras para darse cuenta del dolor, la decepción... pero también del amor que existe aún entre los dos (como comentaba él al principio de la película, que lo sabía con sólo mirarla a los ojos).