Haz click aquí para copiar la URL
España España · Cáceres
Voto de Sinhué:
9
Drama En el Japón medieval, devastado por las guerras feudales, un vulgar ladrón es elegido para sustituir a un poderoso señor de la guerra, que acaba de morir. (FILMAFFINITY)
21 de diciembre de 2010
8 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Kagemusha bien pudo haberse quedado en un proyecto si George Lucas y Francis Ford Coppola, que son algo más que directores de cine americano, no hubieran producido esta gran obra. El gran Akira Kurosawa, con setenta años y más de treinta películas de suprema calidad no tenía dinero, ni crédito para la aventura. Así, generalmente, funcionan las cosas en el ámbito de la CULTURA (sí, con mayúsculas); alguien, un gran maestro por ejemplo, dice: "Tengo una idea"...., y todos corren despavoridos en dirección contraria. Que ¿porqué?; porque ya no existen samuráis dispuestos a inmortalizarse al lado de un gran señor por dignidad u honor; ya todos somos espadachines contratados, soldados de fortuna a quienes importa muy poco pasar a la posteridad y que tenemos claro que la felicidad viene dada por los doblones de oro y la cantidad de hamburguesas que podamos comprar con ellos. "C'est le capitalisme, mon ami Víctor Erice"

Cuando una historia, que sucedió en el siglo XVI, en el medievo japonés, la sientes próxima y te interesa es porque alguien está poniendo un gran interés en contártela y en universalizar una serie de sentimientos y comportamientos humanos, que se repiten siglo tras siglo desde que la inteligencia perforó el primer craneo de chimpancé: las guerras, el odio, la envidia y el poder; sobre todo el poder.
Este señor de Tokio profundizó tanto en la condición humana porque consideró que tampoco hay muchas diferencias entre los de Móstoles y los de Nagasaki, o entre los catedráticos de Harvard y los ignorantes porqueros de Calcuta; ni entre un gran presidente, señor de la guerra, y su sombra, que bien puede ser un simple ratero analfabeto. Kurosawa sabía que lo que nos iguala no son nuestros orígenes, o nuestras fortunas, ni desgraciadamente nuestras virtudes. Somos iguales en las pasiones y en la muerte, esta última como incontrolable pasión suprema.

Hay que verla para oír como avanzaba la gangrena en las heridas y como olía aquella pólvora en la que podías distinguir el color de sus componentes: carbono, azufre y nitrato de potasio; y que mataba igual que nuestro excelente TNT.
No recomendable para quienes tienen poco tiempo, porque tienen que ver tres partidos de fútbol; ni tampoco se la deseo a quienes están preocupados por la suerte de los ocupantes de la casa del Gran Hermano.
Sinhué
¿Te ha resultado interesante y/o útil esta crítica?
arrow