Jia Zhangke, nos viene a decir en este paseo por la China actual, la del siglo XXI, algo que no desconocíamos; aquello de que la violencia engendra violencia. Lo novedoso es el cómo lo cuenta, lo claro que queda y su maestría para poner el foco en el origen de estos comportamientos, tan vehementes como expeditivos.

En cuatro relatos que se entrecruzan muy tangencialmente, y que por momentos nos hacen pensar que conectarán en algún punto; el buen director, residente en Pekín, nos hace una radiografía del instante social que está viviendo la República Popular en su bestial engarce con el capitalismo.
La corrupción, la explotación laboral, el poder del dinero y el nuevo mercado de oportunidades que se abre para un psicópata andarín, son los manantiales que alimentan los ríos de sangre. Y el sistema, atareado y empeñado en que los números cuadren, no le da importancia alguna a la felicidad de sus ciudadanos.

La empatía, en distinto grado, te acerca a todos los personajes, salvo quizás al neurótico pistolero. Y aunque no justifiques todos sus actos (yo aplaudo la defensa de la recepcionista de la sauna nocturna), entiendes en parte las razones que les llevan a obrar de manera tan poco convencional.

Yo conocía a Zhangke por Naturaleza muerta; en esta ocasión deja de un lado la resignación endémica de los asiáticos y pasa a la acción, tal vez porque considere que ya se han traspasado demasiadas barreras. Su nivel crítico ha subido algunos peldaños y su visión futurista es aterradora.

Insisto, completísima crónica que da mucho que pensar. Este país, que cada vez ríe menos, está a punto de ser el nuevo líder mundial. Preparémonos