Deliciosa forma de dejarnos en carne viva con esas almas rotas. Sin titubeos el compromiso incondicional de Marcela y Elisa contra todo pronóstico nos demuestra que su vivencia puede ser llevada al cine con elegancia, sin extridencias, con cariño incluso hacia los otros, los que no lo ven, sin colores, sin espacio ni tiempo, humanidad universal en un contexto real.
Las actrices mantienen los personajes con total credibilidad, entregadas a las miradas, a los silencios, a sus espacios, a ese cada rincón del más profundo sentimiento.
En el guión ni una palabra malsobrante, ni una mala gana, sólo dolor, risa, ternura.

Ojalá de este buen cine se aprenda que la verdadera labor de dirección es cuidar el sentido de la historia, a sus actores, las cosas pequeñas, que la fotografía de desnudos puede ser necesaria sin ser sucia, que los besos a tiempo pueden ser tan contenidos como pasionales. Ojalá muchos aprendan y observen este cine por la deliciosa forma de creer en que una palabra suya bastará para sanarnos.

Ojala los productores se vean recompensados en cariño y, por qué no, en resultados. Ojalá nadie más cuestione donde tenemos nuestro destino. Ojalá sea pronto.