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Voto de Alina_Cat:
9
7,3
30.804
Romance. Drama. Comedia
Lo que comenzó como un juego de infancia entre Sophie y Julien, un juego de atrevidos retos, con el tiempo se ha convertido en una forma de vida. Sophie y Julien llevan ese juego hasta el límite, se burlan de todo y de todos y se hacen daño deliberadamente. Moderno cuento de hadas que relata una grotesca y hermosa relación de amor-odio. (FILMAFFINITY)
18 de setiembre de 2011
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Yo, que me declaro sin rodeos amante del cine francés desde mis revelaciones adolescentes con Amélie o Los niños del coro, no conocía la existencia de esta película hasta que una tarde de domingo me concedió la fortuna de descubrir, entre esas pilas de películas grabadas en CD’s amontonados y bautizados con permanente negro, un título atrayente. Tomé el “Quiéreme si te atreves” por un “Mírame si te atreves”, y así, sin saber absolutamente nada acerca de lo que tenía entre las manos, elegí atreverme.
Mi reticencia a creer en las causalidades recibía un guiño del destino al aparecer, entre los créditos iniciales, el nombre de la musa de mis ojos, Marion Cotillard. Oh la la! Ya no hacía falta ninguna sinopsis, ninguna recomendación, ningun estímulo más para mi sexto sentido. Junto a Guillaume Canet, ella protagoniza el que fue el primer largometraje de Yann Samuell, que se atrevió a filmar en 2003.
Personalmente, entiendo el cine francés como un homenaje al buen gusto. Quizá se deba al haber sido los pioneros del séptimo arte (gracias de todo corazón, hermanos Lumière), pero es innegable que los hijos de liberté, égalité, fraternité conservan la frescura y la humildad del cine modesto. El suyo se trata de un cine de tipo único y peculiar. Se caracteriza por ser poco pretencioso, de escasos efectos especiales, presupuesto limitado y gozar de elegante sencillez. Es, muchas veces, el cine por excelencia del surrealismo, de lo fantástico y de lo paranoico (absténganse, pues, mentes sensatas y prácticas). No es el cine de las grandes productoras, tampoco de las colas quilométricas frente a las taquillas. Ni siquiera pretende ser más de lo que es: no se patrocina más de lo necesario ni crea falsa expectación, pues el cine francés es como es, si de algo puede presumir es de transparencia: no te engaña, te gusta o no te gusta. Su razón de ser es lograr un contenido bueno sin perder una pizca de estilo, y en eso se centra plenamente. El cine francés derrocha talento, sentimiento, emociones, un aura de magia que te sacude, agita, llega, llena y conmueve. Te corteja lentamente, y de repente, sin previo aviso, ocurre: Voilà! Ya te ha conquistado.
(continuo en spoilers)
Mi reticencia a creer en las causalidades recibía un guiño del destino al aparecer, entre los créditos iniciales, el nombre de la musa de mis ojos, Marion Cotillard. Oh la la! Ya no hacía falta ninguna sinopsis, ninguna recomendación, ningun estímulo más para mi sexto sentido. Junto a Guillaume Canet, ella protagoniza el que fue el primer largometraje de Yann Samuell, que se atrevió a filmar en 2003.
Personalmente, entiendo el cine francés como un homenaje al buen gusto. Quizá se deba al haber sido los pioneros del séptimo arte (gracias de todo corazón, hermanos Lumière), pero es innegable que los hijos de liberté, égalité, fraternité conservan la frescura y la humildad del cine modesto. El suyo se trata de un cine de tipo único y peculiar. Se caracteriza por ser poco pretencioso, de escasos efectos especiales, presupuesto limitado y gozar de elegante sencillez. Es, muchas veces, el cine por excelencia del surrealismo, de lo fantástico y de lo paranoico (absténganse, pues, mentes sensatas y prácticas). No es el cine de las grandes productoras, tampoco de las colas quilométricas frente a las taquillas. Ni siquiera pretende ser más de lo que es: no se patrocina más de lo necesario ni crea falsa expectación, pues el cine francés es como es, si de algo puede presumir es de transparencia: no te engaña, te gusta o no te gusta. Su razón de ser es lograr un contenido bueno sin perder una pizca de estilo, y en eso se centra plenamente. El cine francés derrocha talento, sentimiento, emociones, un aura de magia que te sacude, agita, llega, llena y conmueve. Te corteja lentamente, y de repente, sin previo aviso, ocurre: Voilà! Ya te ha conquistado.
(continuo en spoilers)
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Y todo eso y más plasma Quiéreme si te atreves, originalmente titulada Jeux d’enfants (“Juego de niños”). Este drama romántico, genuinamente francés, presenta la historia de amor – odio de Julien y Sophia, dos críos cuya mayor diversión es desafiar los límites del otro (su frase favorita es: ¿Capaz o incapaz?). Encubierto en forma de juego, se demuestran su amor con cada reto que, por turnos, el uno dicta y el otro cumple sin vacilar. El listón de dificultad se incrementará, a medida que crezcan, hasta lo extremo, peligroso e insospechado, cautivando y frustrando por partes iguales al espectador, que, incapaz de despegar los ojos de la pantalla, palpitará al unísono con el corazón de los personajes para saber hasta dónde serán capaces de llegar. La sensación de ahogo es tan viva que no deja a nadie indiferente. La intensidad y profundidad del film, condensadas en 93 minutos que pasan volando, destilan un duradero sabor que te envuelve en la impresión de haber estado contemplando la vida de los protagonistas durante años, a tiempo real. Ante tal efecto, me quito el sombrero: Chapeau. Se produce gracias a las actuaciones de Canet y Cotillard, que están muy logradas. Hacen de lo complicado algo fácil, y para ello no usan fórmulas secretas ni existe más secreto que su solidez interpretativa. Su capacidad no te deja otra escapatoria que creerte aquello que ves, hasta lo más inverosímil.
Sin voluntad de desviarme del tema, me veo incapaz de pasar por alto una pequeña anécdota sobre los dos protagonistas que, casi siempre, es de agrado conocer: desde el 2006 mantienen una relación sentimental, y tienen un hijo en común. Además, recientemente han vuelto a actuar juntos en Pequeñas mentiras sin importancia, que aún no he tenido el gusto (o disgusto, quién sabe) de ver. Es algo que habrá que solucionar en su momento, por ahora me limitaré a dar veredicto de aquello que he visto. Finalmente, yo les invito a que se sienten, a que tomen una hora y media de sus ajetreadas rutinas, a que dejen de lado el raciocinio, a que se emocionen, a que se dejen seducir. Y a que jueguen a atreverse.
Sin voluntad de desviarme del tema, me veo incapaz de pasar por alto una pequeña anécdota sobre los dos protagonistas que, casi siempre, es de agrado conocer: desde el 2006 mantienen una relación sentimental, y tienen un hijo en común. Además, recientemente han vuelto a actuar juntos en Pequeñas mentiras sin importancia, que aún no he tenido el gusto (o disgusto, quién sabe) de ver. Es algo que habrá que solucionar en su momento, por ahora me limitaré a dar veredicto de aquello que he visto. Finalmente, yo les invito a que se sienten, a que tomen una hora y media de sus ajetreadas rutinas, a que dejen de lado el raciocinio, a que se emocionen, a que se dejen seducir. Y a que jueguen a atreverse.