Después de revisionar la parte 1 de esta saga, la sensación fue, como en su primer visionado, de ser una película fría, plana, distante y muy irregular, aunque de bella factura.
Pero “Dune: parte dos” es otra historia. Me ha parecido sencillamente un espectáculo, una película muy grande a todos los niveles, audaz y valiente, que no se queda en un mero blockbuster y se alza como una película que seguramente marque una época en el género.
La cinta despliega todas sus cualidades en una pantalla Imax, con sonido Dolby Atmos, es un experiencia que pocas veces he vivido en una sala de cine. Sonido e imágenes fuera de serie, una banda sonora envolvente, que empasta perfectamente con la trama y que va dejando huecos para resonar con más fuerza cuando regresa. Los muros sonoros de Zimmer aún resuenan en mi cabeza.

La película no excede en diálogos, ni en acción y estridencias, se basa en un ritmo sólido, en unas actuaciones notables que ensalzan a unos personajes carismáticos (Bardem destaca enormemente). Los personajes evolucionan y todo es creíble, todo encaja, poco o nada sobra aquí. Es un espectáculo a todos los niveles que no va a dejar indiferente a nadie. Una epopeya mística, visualmente superdotada, sonoramente brillante y con unos matices argumentales muy interesantes, sobre todo en su reflexión sobre la religión y el ecologismo.

Quizás su punto negativo sea el desaprovechamiento de alguno de sus personajes, algo comprensible dada la elevada calidad y amplitud de su casting.

Después de esta segunda parte, la primera, desde luego, alcanza otro sentido, aunque siga siendo deficitaria. Dune 2 la completa y se abre a un nuevo horizonte de posibilidades. No es difícil compararla con el “boom” que supuso El Caballero Oscuro de Nolan. A la espera de cómo evolucione el panorama cinematográfico este nuevo curso, para mí esta es una seria candidata a todo.