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España España · Los Alcázares
Voto de FGI:
1
Drama Darío, un chico de dieciséis años, disfruta de la vida con Luismi, su vecino y amigo del alma. Mantienen una amistad incondicional, se conocen desde niños y juntos han descubierto todo lo que saben de la vida. Tras la separación de sus padres, Darío huye de casa y empieza a trabajar en el taller de Caralimpia, un viejo delincuente con aires de triunfador, que le enseña el oficio y los beneficios de la vida. Darío conoce además a ... [+]
7 de abril de 2022
1 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es de ese tipo de cine que nunca debiera hacerse porque pervierte los valores que finge defender: juventud, amistad, rebeldía. Guzmán presenta como víctima de la sociedad a Darío, un adolescente que lo mismo roba unos exámenes de la oficina del instituto, que unas gafas en El Corte Inglés, que una caja fuerte en un comercio. Disculpa: era un buen chico que incluso estudiaba hasta que sus padres empezaron a discutir y convirtieron la casa en un infierno. Desde entonces, su meta más importante es alcanzar 120 kmh por la M30 en una moto robada que conduce sin carnet. De su parte, un amigo de la infancia que secunda sus correrías, un delincuente adulto que le da un lema para vivir: "Robar y meter, eso es todo en la vida", y una nonagenaria que le ayuda a demostrar al espectador que el chico tiene buen corazón. Ni se sugiere el derecho a la vida de las personas que pudiera haberse llevado por delante en su huida de la policía por las calles de Madrid saltándose semáforos y pasos de cebra.

Para reforzar el tono victimista de su personaje, Guzmán se ensaña con los de enfrente recurriendo a un maniqueísmo de cliché. Su padre es furibundo y putero; el hombre al que roba es un desalmado adicto a la pornografía; el policía que lo abofetea, además de incurrir en un abuso de autoridad propio de otros tiempos, pregunta al chico: “¿Es que tengo cara de tonto?”, y lo encarna un actor que sí que la tiene.

Yo, ciudadano del montón, no puedo bailar el agua a ese individuo que roba los muebles del hall de mi casa y al que no le importa dejarme seco o tetrapléjico en el asfalto.

La interpretación es irregular: convincentes Miguel Rellán y María Miguel, desaprovechado Tosar en un rol demasiado tópico, disciplinados los jóvenes, ni fu ni fa la anciana (abuela de Daniel Guzman en su primera y única interpretación).
FGI
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