La vida de un individuo tranquilo que vive en una población tranquila se ve sobresaltada cuando tiene que matar a dos tipos en defensa propia.

Hay un género cinematográfico no reconocido por los críticos que es el de las películas tostón-filosóficas. En ese género se encuadran todas aquellas películas que pretenden hacer una reflexión sobre algun tema filosófico o algún problema en concreto y te repiten hasta la saciedad las mismas cosas contadas de forma distinta. Ejemplo; una mujer descubre que su marido es un asesino y para demostrarte la situación tensa en la familia, el director de turno nos muestra como el tio cuando se levanta no recibe el beso de buenos dias de la mujer, despúes al desayunar nadie le hace el desayuno, más tarde los hijos no quieren que les lleve al colegio... hasta que al final vemos como al acostarse la mujer no le quiere dar el beso de buenas noches. Todo esto, aderezado con dosis de grandes silencios, miradas largas y demás elementos que nos permiten cogerle el gustillo al reposacabezas. En cambio en está película no se ve eso a pesar de que intenta tratar un problema filosófico. En todo momento se ve patente como la violencia repercute en las vidas de los personajes, pero sin elementos cinematográficos que provoquen la somnolencia del espectador.

La película tiene un ritmo magnífico, te permite recrearte y contemplar todo aquello que se pretende contar de la violencia sin aburrirte. Además tiene unas actuaciones soberbias, unos guiños a situaciones cotidianas que nos hacen ver como la violencia siempre está presente, y además cuenta con una de las escenas que a mi personalmente más me han impactado interpretativamente (la famosa escena de sexo).