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Voto de Plácido Eldel Motocarro:
8
8,0
13.140
Western. Romance
James McKay (Peck), un capitán de navío retirado, viaja desde el Este a las vastas llanuras de Texas para casarse con Pat Terrill (Baker), la hija de un rico ganadero. El choque entre McKay, hombre pacífico, culto y educado, y los violentos y toscos rancheros es inevitable. No sólo tendrá que enfrentarse con el capataz Steve Leech (Heston), sino que incluso su novia se sentirá decepcionada por su comportamiento. Mientras tanto, el padre ... [+]
31 de marzo de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Recordaré siempre esta película por su insuperable banda sonora, indescriptible, sublime, inconmensurable, que alcanzará su punto álgido cuando su inconfundible música, casi al final de la cinta, se haga fastuosa durante una de las secuencias más memorables de la Historia del cine.
Pero es mucho más, y mucho más que una peli del oeste, es un intenso melodrama conducido por uno de sus mejores realizadores, William Wyler, quien demuestra como se conduce una historia, que sin ser complicada ni brillante, se nos termina antojando deslumbrante, un tratado sobre el poder, la codicia, el odio, las apariencias y el verdadero significado del valor y la mal entendida hombría... Y destaca además por unas actuaciones imborrables, que sin obviar las de su pareja protagonista, las siempre eficaces de Gregory Peck y Jean Simmons -actores capaces de inundar la pantalla con su sola presencia-, cabe destacar el impagable duelo entre el duro rostro de Charles Bickford y la personalidad arrolladora de Burl Ives.
Posiblemente sea uno de los mejores westerns de la historia, en la que un capitán de marina mercante (Gregory Peck) viaja a reunirse con su prometida, muy tierra adentro, al rancho donde ésta se criase y conocer allí al idolatrado padre de ésta, el Mayor Terril, un poderoso hacendado y el hombre más respetado en todo el territorio. Pero aunque Mckay, el antiguo marino, es bien recibido, pronto las relaciones con Patricia Terrill (Carroll Baker), su prometida, comienzan a torcerse, cuando entre bravuconadas pongan a prueba su hombría, pero James Mckay es un hombre que no tiene que demostrar nada a nadie, sino sólo a sí mismo, y esta actitud será confundida con la cobardía. Y sólo será comprendido por Julie Maragon (Jean Simmons), una ranchera amiga de Patricia que quizá por ser maestra se identifique más con un hombre de mundo, como es el hombre de Bristol (Mckay), que con sus rudos, y vecinos, terratenientes. Una mujer fuerte, a la que James pronto comenzará a admirar. Pero todo se complica aún más cuando se vean involucrados en una vieja guerra entre los Terrill y el clan de los Hannassey, que dirige patriarcalmente, Rufus Hannassey (Burl Ives), un hombre amargado pero que aún conserva los viejos ideales caballerescos del sur. Y aunque muchos piensen que la situación supera a James McKay y que éste se ha adentrado en un país demasiado grande, él sabrá defenderse, pues para inmenso... el océano.
Pero es mucho más, y mucho más que una peli del oeste, es un intenso melodrama conducido por uno de sus mejores realizadores, William Wyler, quien demuestra como se conduce una historia, que sin ser complicada ni brillante, se nos termina antojando deslumbrante, un tratado sobre el poder, la codicia, el odio, las apariencias y el verdadero significado del valor y la mal entendida hombría... Y destaca además por unas actuaciones imborrables, que sin obviar las de su pareja protagonista, las siempre eficaces de Gregory Peck y Jean Simmons -actores capaces de inundar la pantalla con su sola presencia-, cabe destacar el impagable duelo entre el duro rostro de Charles Bickford y la personalidad arrolladora de Burl Ives.
Posiblemente sea uno de los mejores westerns de la historia, en la que un capitán de marina mercante (Gregory Peck) viaja a reunirse con su prometida, muy tierra adentro, al rancho donde ésta se criase y conocer allí al idolatrado padre de ésta, el Mayor Terril, un poderoso hacendado y el hombre más respetado en todo el territorio. Pero aunque Mckay, el antiguo marino, es bien recibido, pronto las relaciones con Patricia Terrill (Carroll Baker), su prometida, comienzan a torcerse, cuando entre bravuconadas pongan a prueba su hombría, pero James Mckay es un hombre que no tiene que demostrar nada a nadie, sino sólo a sí mismo, y esta actitud será confundida con la cobardía. Y sólo será comprendido por Julie Maragon (Jean Simmons), una ranchera amiga de Patricia que quizá por ser maestra se identifique más con un hombre de mundo, como es el hombre de Bristol (Mckay), que con sus rudos, y vecinos, terratenientes. Una mujer fuerte, a la que James pronto comenzará a admirar. Pero todo se complica aún más cuando se vean involucrados en una vieja guerra entre los Terrill y el clan de los Hannassey, que dirige patriarcalmente, Rufus Hannassey (Burl Ives), un hombre amargado pero que aún conserva los viejos ideales caballerescos del sur. Y aunque muchos piensen que la situación supera a James McKay y que éste se ha adentrado en un país demasiado grande, él sabrá defenderse, pues para inmenso... el océano.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
No podía dejar pasar, aquella secuencia, casi al final, en la que Steve (Charton Heston), el capataz del rancho Terril, le dice al Mayor, cuando se percata de que a éste sólo le mueve la ambición, que ni él ni ninguno de sus hombres le seguirán en una causa innoble. Entonces Terrill, monta a caballo, mira a los ojos de sus hombres y les dice que no necesita a nadie, que él se basta y sobra para enfrentarse a todos los Hannassey de este mundo, y emprende la marcha, solo, hacia la batalla, y mientras comienza una fastuosa melodía que suena a epopeya, entonces los hombres, sin mediar una sola palabra, comienzan, uno a uno, a subir a sus cabalgaduras y cabalgar tras el Mayor, hacia las fauces de un desfiladero de arenas blancas donde detrás de cada saliente, de cada roca, aguarda la muerte, por un puro sentimiento de lealtad. Entonces Terril, sin mirar atrás, sonríe, pues sabe que sus hombres marcharan a su espalda... aun al infierno. Una secuencia magistral, que nos inunda de sentimentalismo; al menos de un sentimentalismo muy masculino... Que me inspirara un humilde soneto, que si aquí me dejan, aquí lo meto:
Este inmenso país, es tan gigante
que lo anda el viento a grupa de caballo,
y tañe el banyo, sobre pinto bayo,
mientras Susana llora por su amante.
Es este país, tan hosco y tajante,
que te curte la piel al sol de Mayo
sin siquiera el estío obrar su rayo.
Su suelo ardiente es como mar bramante...
…Y llegó de los mares, un caballero,
que con aperos de duelo, se bate,
contra un vaquero tosco y pendenciero.
Él rehúsa, el público combate,
pero en privado él, el firme acero
de su valor, exhibe en cada embate.
Este inmenso país, es tan gigante
que lo anda el viento a grupa de caballo,
y tañe el banyo, sobre pinto bayo,
mientras Susana llora por su amante.
Es este país, tan hosco y tajante,
que te curte la piel al sol de Mayo
sin siquiera el estío obrar su rayo.
Su suelo ardiente es como mar bramante...
…Y llegó de los mares, un caballero,
que con aperos de duelo, se bate,
contra un vaquero tosco y pendenciero.
Él rehúsa, el público combate,
pero en privado él, el firme acero
de su valor, exhibe en cada embate.