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Voto de Felipe Critic:
7
5,9
5.771
Animación. Aventuras. Comedia Sorprendido por una nueva generación de corredores ultrarrápidos, el legendario Rayo McQueen queda relegado repentinamente del deporte que tanto ama. Para retomar su carrera, va a necesitar la ayuda de una joven mecánica de carreras, Cruz Ramírez, que tiene su propio plan para ganar, además de la inspiración del fallecido Fabuloso Hudson Hornet y un par de giros inesperados. ¡Y para probar que el nº95 no está ni mucho menos acabado, el ... [+]
8 de enero de 2018
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Aunque sea difícil y paradójico decirlo, teniendo en cuenta las cotas de complejidad de la cuasi magna Pixar, la franquicia “Cars”, pese a ser una de las propuestas animadas más redituables para la compañía por medio de las películas y el merchandising, es la más ligera, directa y menos prodigiosa en la historia de la productora. El anterior merito ha sido acarreado por una primera película tan escueta como sentimental y una vilipendiada secuela tan estrambótica como inefectiva—pretermitamos el procaz spin-off sobre aeroplanos “Planes”—que encuentran su punto de ruptura en guiones carentes de fibra que dejan demasiado que desear, al menos, en profundidad. Uno se pregunta por qué Pixar reincide lanzando una entrega más sobre la familia de coches, teniendo en mente los resultados de su malograda predecesora, pues, la respuesta es John Lasseter. Con más de 20 años como animador, director, productor y, en resumen, cabecilla directiva de Pixar, este hombre es el principal motor de la saga, debido a que, además de asesorar a los diferentes campos de realización de los largometrajes, ha dirigido los dos filmes automovilísticos, lo que hace que guarde un profundo afecto hacia su universo, y ¿quién no?. Es así la confianza por su mundo de velocidad que ha metido las manos al fuego por Brian Fee y su Rayo McQueen, en el debut direccional de uno y en el “retiro” emocional del otro.

Fee, reconocido por sus faenas en los departamentos de arte de películas como “WALL-E” o “Ratatouille”, aceptó el gran voto de confianza de Pixar para apropiarse de la tercera entrada al universo motorizado. El realizador acrecienta el kilometraje de la saga al convertirla en la propuesta mejor llevada entre sus predecesoras, equilibrando dosis de nostalgia con derrapes realistas y sensibleros, apoyándose en un mensaje maduro, que aunque no se enfanga tratando cuestiones de fibra delicada, entremete misivas abiertamente anti-misóginas, claro está, relegando el especial impacto emocional y cómico colocado sobre los personajes y la historia.

Aunque flaquea manteniendo un ritmo constante y proponiendo atrayentes novedades en cualquiera de los puntos narrativos, Pixar se identifica por producir extáticas maravillas en los apartados técnicos y/o animados, y esta no es la excepción. No infestan de exóticos escenarios con los cuales sacar provecho, por lo contrario, exhiben una vez más, que de una manera u otra, vuelven a las raíces, sin embargo, no se atascan en la escueta beldad de los desiertos aledaños a Radiator Springs—pese a que el relato tome lugar en esa zona por un determinado periodo—ni en el tradicional circuito de carreras; el largometraje vira de un suntuoso complejo de entrenamiento a un veloz y deleitante viaje de la mano (ruedas) de Mack, en donde los paisajes se intercalan majestuosamente. Estos son donosos y realistas como en el logrado choque automovilístico de apertura, sin embargo, las imágenes se muestran inferiores comparándolas con las demás animaciones, cabe aclarar que no se está afirmando que sean de dudosa calidad, no, son adecuados y hermosos en su sencillez y funcionalidad.

El guion de esta oportunidad rebaza con desembarazo las fallas argumentales de la segunda, en esta, se apela al sentimentalismo a través de un efecto dramático, el cual es liderado por la inescapable aceptación de la edad, el irreparable paso de la batuta a las novicias nuevas generaciones. Es pertinente, pero se siente demasiada manida la incorporación de la tecnología, y aunque últimamente el cine se motivado por esta, no es un elemento necesariamente impelente. Precisamente, el tema del legado es el que suscita el giro de tuerca final y la correspondiente gestación a partir del segundo acto, puesto que la primera media hora es descafeinada, morosa y fatigosa, un estiramiento de la irreverente frase de apertura que emula el portento del primer filme: “Soy veloz”, pero en realidad, hay un déficit de gasolina. En consideración a los personajes, era intrigante saber que harían los guionistas para que el corredor numero 95 retomara el protagonismo luego de que, incomprensiblemente, la atención principal estuviera concentrada en el comic relief de la saga: Mate, de igual manera, inexplicablemente, se le otorga una participación ceñida al humorismo y futilidad, quizás, para que la audiencia no se dispersara de la verdadera estrella. McQueen y su nueva bandada de personajes, en los que se encuentra Cruz Ramirez, un deportivo-entrenadora con sueños de corredora abortados, poseen el carisma y la chispa requerida para elevar el nivel hacia el final del metraje, sus motivaciones y acciones son mucho más provectas poniendo en manifiesto una historia pura y humana, sin decoraciones ni posibilidades de doble lectura, una característica innegable que hace a Pixar, Pixar; al pan pan y al vino vino.

“Cars 3” de Brian Fee enciende los motores de una franquicia que ya estaba aparcada en el garaje, generando auténticas oportunidades para, textualmente, hacer rugir los motores en años venideros de la mano de nuevas —enderezadas—ideas. Con lo que respecta a la historia de McQueen, tiene un cierre tan nostálgico como incomodo, el lio es que no lo logra con la melancolía que acarreó “Toy Story 3”, esto reduce todo a lo infantil, un viaje ida y regreso carente impacto, y pese a que en pequeña medida es agradecible, al otro lado de la moneda, la posiciona como una de las menos interesantes cintas de Pixar, ya que esta compañía de talla global no se caracteriza solo por sus visuales, también por el corazón de sus historias.
Felipe Critic
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