Fui a verla esperando (no sé por qué) un drama bélico y político épico quizá al estilo de Lawrence de Arabia, creo que la figura histórica de Napoleón daba para algo en ese nivel, pero lamentablemente me encontré con un salpicado de momentos históricos que bien podrían haberse sacado de un manual de secundaria.

La película comienza muy arriba, en un grado de intensidad que presagia cosas grandes, pero muy rápidamente se convierte en Napoleón asciende a general, corte a Napoleón se convierte en cónsul, corte a Napoleón se corona Emperador, corte a Napoleón ya no es Emperador, corte a Napoleón se muere, fundido a negro.

La historia personal de Bonaparte se desarrolla de forma casi independiente de su vida pública, vida pública en la que nunca lo vemos ser ni el genio militar ni el político agudo que nos ha contado su legado. Es una gran historia que arrastra con sigo a un hombre normal, eso que dice el título de esta reseña, un señor al que le pasan cosas, si ese señor es Napoleón o mi casero Adelmar, dá igual.

El guion hace agua, no atrapa, no arriesga, no nada, es tan insípido que si mañana me entero que la escribió el ChatGTP y fue solo retocada por un humano, eso no me sorprendería.

Y es lamentable que haga tanta agua en su guion porque visualmente es un espectáculo bastante decente, las secuencias de batalla son intensas, dramáticas y hasta desesperantes, Ridley Scott sabe navegar firme entre el orden de escenas lentas y el caos de Waterloo, creando algo digno de ver, pero que se pierde en sus casi insoportables dos horas y media.

Consejo, si pueden véanla en IMAX, yo la ví en IMAX y así la pude disfrutar de a ratos, si la agarran para verla luego en plataformas, en casa, en la cama, apuesto a que no la terminan.