Tanto se ha escrito, hablado y filmado sobre los últimos días de aquella degeneración de la especie humana que fue Hitler, gracias especialmente a testimonios directos de algunos que le acompañaron a la hora de rendir cuentas con el suicidio (aunque quizás la muerte se llevó con él muchos misterios sin resolver), que cuesta creer que una nueva película, aunque sea tan buena y apegada a la realidad como ésta, pueda traernos insospechadas revelaciones. Filmada, según se dice, desde la óptica de los vencidos, yo no he conseguido apreciar el "lado oculto" de aquel monstruo, sus pretendidos rasgos de humanidad. Consciente de que el fin de la locura está a punto de producirse, se niega hasta el paroxismo a reconocer sus paranoicas aspiraciones a construir un nuevo Reich sin la mácula del judaísmo, y le importa un bledo que millones de alemanes paguen las culpas solamente atribuíbles a él y al gigantesco rebaño de corderos que le adoraron como a un nuevo Dios. No me extraña que a muchos germanos les haya molestado la película, especialmente a las nuevas generaciones que quieren olvidar aquella triste página de su historia. Más, por otro lado, las cosas fueron así, más o menos como Oliver Hischbieger las recrea en esta obra maestra. y todo el mundo tiene derecho a conocer la verdad, por dura que sea. Lo malo, como ha dicho alguno de los colegas que se han anticipado en la crítica, es que mucha gente (dirigentes políticos e incomprensibles neonazis) no ha sabido digerir adecuadamente esa lección de la historia, que a todo bien nacido debe avergonzar.