-La película empieza en una fragua, donde un caballero medieval, guapo y fuerte, forja una espada. De repente, el herrero que lo observa agazapado en un rincón, sale a la luz. Agarra el arma, y comprueba su temple, su filo y su equilibrio, lanzando al aire una pluma de ave.
-¿Y qué más Papá?
-Con esa espada el caballero, que se llama Sigfrido, va en busca de un dragón, que atemoriza a los habitantes del bosque, los Nibelungos. Ellos le comentan que si se baña en la sangre del monstruo, se volverá inmortal.
-¿Y se vuelve inmortal Papá?
-Bueno, Pablo, se moja casi todo el cuerpo, pero queda seca una pequeña parte de su espalda.
-¿Cómo Aquiles?
- Sí, Ángela, como Aquiles, pero no el talón, sino una parte de su espalda y entonces va por el bosque, y encuentra un tesoro y...

Sigo contando la película, y mis hijos devuelven mis torpes palabras con una mirada llena de entusiasmo, hasta que se levantan gritando que son Sigfrido, y cogen un paraguas que no es un paraguas, sino una espada letal.

Y yo me quedo pensando en la grandeza del Cine, en como las buenas películas permanecen bellas mientras pasa la Historia, sobreviviendo a guerras, revoluciones y pandemias; manteniéndose firmes ante amenazantes nuevas formas de expresión. Y pienso que Fritz Lang no hizo esta película para mis hijos, que nacerían 90 años después, pero que igualmente disfrutan ahora de su arte. Y sigo pensando...¿cuál será la próxima joya?