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España España · Xanadú
Voto de Orson_:
7
Drama. Cine negro Verano de 1949. Ed Crane (Billy Bob Thornton), un introvertido barbero de un pueblecito del norte de California, se siente insatisfecho de su rutinaria vida. Las infidelidades de su mujer (Frances McDormand) le brindan la oportunidad de ejercer un chantaje que podría ayudarle a cambiar su apática existencia. (FILMAFFINITY)
11 de agosto de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Otro ejercicio de estilo por parte de los Coen, otra maravilla con la que dejarse llevar y degustar cine del bueno, en ese universo tan peculiar de apariencia intrascendente en la superficie, donde todo parece extraño y absurdo, mientras por debajo se desliza lo peor de la condición humana.

“El hombre que nunca estuvo allí” es una deliciosa poesía al infortunio de las casualidades, un puzzle genial en el que las piezas se muestran, se mezclan, se lanzan al aire, y acaban encajando una detrás de otra para mayor gloria del dios de la ironía, que tiene en estos dos cineastas a sus más fieles adoradores.

Me ha recordado algo a su debut “Sangre fácil”, porque es otra historia de personajes que se ven desbordados por las impredecibles acciones de los demás, hechos en cadena que van zarandeando a los protagonistas por caminos sorprendentes, y donde las malas acciones quedan libre de castigo y las hechas sin mala intención conllevan la pena que la otra esquivó. Cada personaje acaba recibiendo las consecuencias de los actos de otro, pero como a fin de cuentas nadie está libre de culpa, todo se compensa fortuitamente. La gran diferencia con su ópera prima es que en la primera éramos testigo imparciales mientras que aquí estamos dentro de la mente del protagonista, que asiste impertérrito al desarrollo de los acontecimientos, con una extraña aceptación de la culpa, como si fuese conocedor de lo imposible que resulta esquivar lo inevitable: “Y allí estaban, cada uno a lo suyo. Es como si yo guardara un secreto aún mayor de lo que había ocurrido, algo que nadie más sabía. Como si yo nadara en la superficie y ellos estuvieran intentando salir de lo profundo.”

La fotografía de Deakins es maravillosa, recalcando los primeros planos expresivos, que casi siempre sustituyen a las palabras, y haciendo que los suaves movimientos de cámara se aprovechen de esos tonos grisáceos para fluir lentamente por la narración, pero creando a la vez una especie de marea narrativa que intuimos inexorable y que acabará cubriendo a los personajes.

A mí me ha tenido totalmente hipnotizado y me ha dado hasta pena que terminara. Qué difícil es conseguir eso hoy en día…
Orson_
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