Segunda temporada: La serie se centra en varios tenistas de primera línea que no son los números uno y nunca lo serán porque no son lo bastante buenos. Pero son americanos y fotogénicos (algunos, la verdad no: Zverev y Rune, pero son del mismo palo). Sus novias tienen más peso que Alcaraz, Sinner o Casper, y desde luego que Nadal y Djokovic, que es como si no existieran, aunque de vez en cuando incidentalmente se les menciona. Es patético el continuo intento de dar importancia a las nimiedades que rodean a estos chicos estupendos, encantados de conocerse, repletos de mismidad y que ganarán algo cuando Nadal, Djokovic o Medvedev se retiren y en los torneos que no jueguen Alcaraz, Ruud o Sinner. Me temo que la serie incluso consigue efectos que no busca, como que alguno de ellos aparezca como un completo niñato. El resultado en conjunto es aburrido y un homenaje al solipsismo. Huyan.