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España España · Málaga
Voto de Illanes:
8
Drama En un pequeño pueblo de Castilla, en plena postguerra a mediados de los años cuarenta, Isabel y Ana, dos hermanas de ocho y seis años respectivamente, ven un domingo la película "El Doctor Frankenstein". A la pequeña la visión del film le causa tal impresión que no deja de hacer preguntas a su hermana mayor, que le asegura que el monstruo está vivo y se oculta cerca del pueblo. (FILMAFFINITY)
3 de noviembre de 2014
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Sería absurdo leer un poema y criticar lo poco entretenida que es la historia. El que lee poesía sabe que no va a encontrar eso sino sentimientos, reflexiones y estados de ánimo. El objetivo es, por tanto, diferente al de la novela. Esto mismo ocurre con ‘El espíritu de la colmena’ (y otras tantas cintas controvertidas), que hay que verla sabiendo que es una película diferente y que no va a ser para todos los gustos.
El film nos traslada a los pensamientos Ana, una niña confusa e inocente que está a punto de descubrir el miedo a la muerte. Víctor Erice utiliza todos los recursos para recrear el horror que significa darse cuenta de la existencia de la muerte y cómo de presente está en el día a día. Los planos, los colores tristes y melancólicos, la música, las miradas, las pausas y los silencios, todo ello nos introduce en la mente de Ana e incluso nos traslada a nuestra propia infancia.
En ‘El espíritu de la colmena’ (casi) todo cumple su función a la hora de describir qué siente Ana y qué la hace explotar, por así decirlo, al final de la película. La presencia de la muerte en las setas venenosas, en la vía del tren o en la hoguera es un elemento clave para entender esto, pero también lo es la situación familiar, que contribuye de manera indirecta al terrible miedo que siente Ana, un miedo del que intenta huir buscando al espíritu de “Frankenstein”. Pero no hay espíritu y no hay vida después del fin, sólo muerte.
‘El espíritu de la colmena’ no es una película perfecta, es difícil de comprender y la excesiva duración de los planos puede acabar con la concentración (y la paciencia) de muchos espectadores. Pero es fascinante. No puedes sentir indiferencia hacia el personaje de Ana Torrent, que habla en susurros, que calla y que mira fijamente para que seas partícipe de sus pensamientos. Es difícil no sentir empatía, sobre todo, porque todos hemos sido niños alguna vez y todos tenemos miedo a la muerte.

8/10
Illanes
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