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Voto de ESPILBERDO:
8
Comedia Un neoyorquino maduro y excéntrico (Larry David) decide abandonar su acomodada vida para llevar una existencia más bohemia. Su relación con una bella joven sureña (Evan Rachel Wood) desembocará en una serie de enredos familiares y sentimentales. (FILMAFFINITY)
25 de octubre de 2009
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Fiel a su tradición, un año más tenemos película del genio y, tras los pasos irregulares de sus últimas creaciones (desde Match Point esperaba una gran sorpresa), he aquí otra maravilla de Allen. A "Whatever Works" se le pueden echar en cara muchísimas cosas: es un reciclaje de una idea que Woody tuvo hace treinta años, condensa en el personaje de Larry David todas las neuras y dolencias psicóticas que ya nos había mostrado en películas anteriores, y la relación amorosa es más de lo mismo. Pero irónica (y precisamente) aquí está su auténtica genialidad. El mismo morro que tiene el protagonista es el que Woody le echa a la cosa a la hora de decirnos: sí, qué pasa, es una peli que habéis visto ya, pero qué carajo, me apetecía hacerla otra vez. Su descaro es patente en todo el desarrollo, y la sensación que transmite es que todos, actores incluidos, la han rodado como un homenaje devoto y soberbio a la figura y personalidad del director. Y todo ello no la exime de momentos desternillantes y originales.

Pero la auténtica esencia de la película la encuentro en su maravillosa simpleza. Enfrentada a la complejidad de los diálogos y, sobre todo, a las arengas despotricantes de David, la técnica es llana a más no poder: abundan los planos medios, el plano contra plano en las conversaciones, en fin, está hecha como un ejemplo a seguir de correcta planificación y producción cinematográficas. Incluso se rueda poco en exteriores, y las escenas están realizadas con flema casi teatral. No hay más que ver el cartel de la película: Larry David desaliñado mostrando sus manos abiertas y una sonrisa de estoica alegría sobre fondo de un blanco inmaculado. Nos dice: esto es lo que hay, amigos. Y me da igual que os guste o no, porque, si la cosa funciona, no hay por qué cambiarla.

Una historia que nos podemos tomar de dos formas: se puede entender como una prejubilación nostálgica o como un punto y aparte. Yo, conociendo lo poco que conozco a Woody Allen, me decanto por la segunda opción.
ESPILBERDO
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