No sé cuál fue la razón de peso para hacer esta película en primer lugar. Si estuviera tratando de sacar provecho del éxito del original de 1984 (y la secuela de 1987, en menor medida), Fox lo habría puesto en los cines. Por otra parte, tal vez esa fue la idea original. Esta no sería la primera película en ir directamente a la televisión y al video cuando el estudio decidió no perder el tiempo con un estreno en cines.

La película en sí no es muy divertida. Es una repetición de los eventos de la primera película, pero no tiene el toque obsceno de esa película, ni tiene el peculiar pero innegable corazón que en realidad le dio al original un toque emocional. Comparar la escena en el mitin de ánimos allí y el final aquí en la corte es como comparar un pequeño diamante con un gran trozo de vidrio roto.

Los nuevos nerds tampoco son muy interesantes, y Gregg Binkley se esfuerza, pero no tiene la extraña calidad de observación que tiene Robert Carradine, pero igual para seguir la saga resulta interesante.