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Thriller
Carlitos Brigante, un antiguo traficante de heroína de origen portorriqueño, sale de la cárcel después de cinco años de reclusión, dispuesto a dejar el tráfico de drogas. Con la ayuda de un abogado cocainómano consigue hacerse socio de un club nocturno e intenta reanudar la relación con su exnovia, pero no es fácil seguir el buen camino dentro del mundo del crimen. (FILMAFFINITY)
6 de marzo de 2016
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Imposible no comparar esta “Carlito´s Way” con la celebérrima― icono pop casi― “Scarface” (El precio del poder, 1983), primera colaboración entre Brian De Palma y Al Pacino, respectivos director y protagonista de ambas. Asimismo, conviene añadir que “Carlito´s Way” no sale en absoluto malparada de dicha analogía y que, de hecho, personalmente me parece que en bastantes aspectos la supera. Sobre todo porque el recurso al exabrupto, un tanto bizarro, de aquélla es aquí eludido en favor de un comedimiento y una sensibilidad desacostumbrados. Esa especie de Tony Montana en edad de jubilarse que es Carlito Brigante resulta, a la postre, un personaje mucho más rico en matices; lo mismo que la relación amorosa entre el "gangster" y su chica ―maravillosa Penelope Ann Miller, dignísima en su engañosa fragilidad―, de un romanticismo veraz y sin aspavientos.
De Palma, quien nunca ha ocultado su admiración por Hitchcock, es un hábil generador de suspense, talento que luce en numerosas ocasiones a lo largo de la cinta, especialmente al comienzo, con esa “malograda” entrega de dinero, y al desenlace, en una larga, vigorosísima apoteosis autorreferencial ― ver, si no, “The Untouchables” (Los intocables del Eliot Ness, 1987).
En cuanto a Sean Penn, entrega un excelente trabajo como el repelente abogado, cocainómano y trapacero, que compone; bastante alejado, por cierto, de las peritas en dulce con que ha venido apoltronándose de un tiempo a esta parte. Se atreve incluso a disputarle el plano a un caníbal como Pacino, quien, por su parte, no renuncia a uno solo de los tics característicos de su grandilocuencia interpretativa. Podrá gustar más o menos, pero es innegable que un tipo que ha dado vida a tres de los más icónicos criminales de la historia del cine ― los citados Montana y Brigante, además de Michael Corleone― algo ha de tener. Y ese “algo” ―si me permiten el juego de palabras― es, en definitiva, mucho.
De Palma, quien nunca ha ocultado su admiración por Hitchcock, es un hábil generador de suspense, talento que luce en numerosas ocasiones a lo largo de la cinta, especialmente al comienzo, con esa “malograda” entrega de dinero, y al desenlace, en una larga, vigorosísima apoteosis autorreferencial ― ver, si no, “The Untouchables” (Los intocables del Eliot Ness, 1987).
En cuanto a Sean Penn, entrega un excelente trabajo como el repelente abogado, cocainómano y trapacero, que compone; bastante alejado, por cierto, de las peritas en dulce con que ha venido apoltronándose de un tiempo a esta parte. Se atreve incluso a disputarle el plano a un caníbal como Pacino, quien, por su parte, no renuncia a uno solo de los tics característicos de su grandilocuencia interpretativa. Podrá gustar más o menos, pero es innegable que un tipo que ha dado vida a tres de los más icónicos criminales de la historia del cine ― los citados Montana y Brigante, además de Michael Corleone― algo ha de tener. Y ese “algo” ―si me permiten el juego de palabras― es, en definitiva, mucho.