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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
8
Drama Barrio madrileño de Maravillas. Eloísa es una abnegada esposa y madre eficiente, que vive con su marido, un guardia municipal más autoritario en casa que en la calle y al que a veces se le va la mano. Su hijo es un beato que salió del seminario poco antes de convertirse en sacerdote, y que se pasa la vida estudiando y rezando para expiar los pecados de su familia. Las hijas, dos hermanas, obsesionadas cada una a su manera por la ... [+]
4 de setiembre de 2021
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
Furibunda denuncia de las miserias de la sociedad española durante el cacareado "Desarrollismo", y en especial de la situación de insoportable postración en que se encontraba la mujer en aquellos años no tan lejanos, a cargo de un Fernán-Gómez que acredita una mala uva impropia del realizador e intérprete de inofensivas comedietas en que andaba enfrascado por entonces.
Partiendo de la impronta que el Neorrealismo había dejado en nuestro cine —Nieves Conde, Ferreri, Bardem, el primer Berlanga—, Fernán-Gómez introduce una serie de elementos formales de notoria modernidad y, a priori, bastante inopinados—diríanse incluso extraídos del “spaghetti western”, o de Sam Peckinpah—, tales que el uso indiscriminado del “zoom” y unos sudorosos primeros planos; así como el flujo de conciencia de los personajes y los súbitos y desestructurados “flashbacks”, que dotan a la cinta de un componente a medio camino entre lo psicológico y lo surrealista ciertamente estimulante.
No sorprende la desfiguración que la censura le infligió a esta película, porque Fernán-Gómez ataca a pecho descubierto las desigualdades socioeconómicas y de género que cimentaban los “logros” del Régimen. Así, el pobre debía un servilismo infame al rico y poderoso, que estaba legitimado para hacerle objeto de humillaciones sin cuento, ni consecuencias. A la indecorosa degradación “lumpen” sumaban las mujeres su condición de tales, víctimas de una desesperante falta de oportunidades que las dejaba en una tesitura de muy ardua digestión: o servir —a su marido, en casa ajena, o ambos—, o una modalidad de prostitución apenas encubierta: convertirse en la “querida” de algún potentado.
En suma, implacable patada en el hígado de la conciencia nacional —y Nacional, si se me permite el juego de palabras—, subrayada encima por un desenlace tremendo, a la que haría bien en echar un vistazo más de un revisionista de tertulia catódica. “El mundo sigue” es una joya durísima, un diamante en bruto. Pero que muy bruto.
Carorpar
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