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España España · Valencia
Voto de Carorpar:
8
Comedia. Drama Al finalizar su jornada laboral Paul Hackett (Griffin Dunne), un solitario programador de una compañía de informática, se ve envuelto en una serie de extrañas circunstancias que le llevan a uno de los peores barrios de Nueva York. Allí vivirá una interminable y alocada noche intentado regresar a su casa en el Upper East Side. (FILMAFFINITY)
15 de julio de 2017
1 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
La primera vez que vi “After Hours” —muy joven y en tanto tal, reconozco que escasamente fogueado— me impactó sobre todo por su carga surrealista. La pesadillesca sensación de no poder abandonar un lugar de perdición pese a la ausencia de impedimentos físicos para ello —estar entre rejas, o atado y amordazado— es un motivo recurrente desde la icónica “El ángel exterminador” (ídem, 1962) hasta la reciente “Get Out” (Déjame salir, 2017), pasando por la rareza australiana “Wake in Fright (Outback)” (Despertar en el infierno, 1971).
Revisitada casi dos décadas después y con algo más de experiencia a las espaldas, lo que en su día me hiciese reír por hiperbólico o directamente disparatado me resulta hoy ciertamente inquietante. Porque, bien en primera persona, bien escuchado de fuentes fidedignas, las bizarras situaciones en que se ve envuelto Griffin Dunne a lo largo de la película llegaron a hacérseme casi cotidianas. Por suerte o por desgracia, también dicha etapa es agua pasada. En cualquier caso, y como me ha parecido leer en alguna que otra reseña, basta con darse una vuelta nocturna por cualquier ciudad para, a muy poco tardar, toparse con una fauna semejante a la que recorre la no tan alucinada trama de “After Hours”. La carcajada de antaño se hiela hogaño en la sonrisa incómoda de quien se sabe o recuerda en tesituras así de inexplicables. Definitivamente, no estamos ante una comedia al uso. La absurda, demagógica controversia en torno a los límites del humor con que de manera cíclica se nos bombardea encontraría ilustrativo corolario en esta cinta.
Lo que de un tiempo a esta parte no ha cambiado —más bien todo lo contrario— es mi admiración de entonces ante la sabiduría fílmica de Scorsese. Su fluidez narrativa y sentido del ritmo, la hermosa cadencia con que hace bailar el objetivo de la cámara, como si de un vals se tratase, llevan a olvidar que “After Hours” es, a priori, una obra menor, un divertimento —eso sí, en absoluto inocente— de un director llamado a rodar algunos de los títulos legendarios del último medio siglo.
Carorpar
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