El director británico reciente Christopher Nolan sorprendió al mundo con esta obra rompedora de esquemas. Su guión va más allá que una película, es un puzzle psicológico y cada pieza nos aclara y nos confunde sobre la pintura final, la película terminada en este caso.

Más que por nada esta película es reconocida precisamente por estar rodada al revés, el orden cronológico de las escenas son mostradas al espectador en un orden inverso (de atrás para adelante) y luego alcanza el orden común de toda película. Por lo tanto cuando vemos una escena recién la llegaremos a comprender con la próxima, pero a pesar de esto el argumento logra avanzar y esto es exclusivamente mérito de Nolan. A más de uno le llegará a disgustar esto, pero al que le guste que las películas propongan al espectador intervenir en el juego esto les puede llegar a fascinar.

La amnesia del personaje principal Leonard, interpretado por el actor australiano Guy Pearce, se transforma en el condimento que falta al argumento, su amnesia es a corto plazo, pues a partir de un punto dado en su vida ya no recuerda nada del pasado inmediato, se va olvidando de las cosas momentos después de que pasen, a esto se le conoce como amnesia anterogada, un trastorno real (una persona cercana a mi sufrió algo parecido solo que en menor grado a partir de un infarto).

Es ahora el hombre de los tatuajes, todo lo importante en su nueva vida lo llevara escrito en su piel, es la forma de no olvidarse, además saca polaroids instantáneas de las personas que va conociendo.

Leonard tiene como único deseo vengar la violación y el asesinato de su mujer, pero no tiene casi pistas y se acuerda poco sobre el hecho. Así comienza la investigación, pero la gente que conoce o bien lo pueden ayudar o bien pueden tratarse del mismo asesino, el no lo sabe, pero parece más obsesionado en buscar las pistas que en encontrarlas. La desesperación por cumplir su deseo lo ciega dejando de lado la verdad cuando la tiene enfrente.

El argumento es simple pero deslumbra la forma de mostrarlo. Tiene una estética de film noir de bajo presupuesto. En si lo importante son las piezas del puzzle y el entretenimiento de ser uno mismo quien las tiene que ir armando mientras ve la película (solo para espectador atento) pero igual el argumento nunca llega a aburrir.

El final es una buena muestra de como Nolan llega a desparramar las piezas en la mesa e irlas organizando con lógica y sale airoso de la tarea. Excelente.

Christopher Nolan se suma a la generación de nóveles directores que tienen como truco importante romper la lógica ordinaria obligando al espectador a ver más de una vez sus películas, tal puede ser el caso de Bryan Singer con The usual suspects o M. Night Shyamalan con The sixth sense.