Normalmente cuando se estrena una película de un director de la categoría de Spielberg, los medios de comunicación llevan semanas e incluso meses hablando de ella. Llega un momento en que parece que estés obligado a verla. Este no ha sido el caso con Munich. De repente, estaba en el cine sin promoción millonaria previa y con un buen lastre, el rechazo por parte de las comunidades implicadas: israelí y palestina. A pesar de que Spielberg no es uno de mis directores preferidos, esto fue suficiente para llevarme al cine. Me pareció impactante y en contra de lo que muchos opinan, no le sobra ni un minuto.
Aparentemente, el film es el menos Spielberg. Aparentemente, ya que reflexionando me doy cuenta de que no se trata sólo de una película sobre terroristas y venganzas inútiles, sino que es sobretodo la búsqueda del hogar, y en esto, está muy cerca de sus trabajos anteriores. En este caso, el protagonista Avner (Eric Bana), que proviene de una familia desestructurada con unos padres ausentes durante la infancia, necesita crear una familia y un hogar, simbolizado por una supercocina de un escaparate de París, que desea y que aparece de forma recurrente ("Formar un hogar es muy caro"). Ali, el palestino con el que coincide en un piso franco, siente nostalgia de los olivos de su padre...Todos son distintos y tan iguales.
Dónde la película difiere de las anteriores es en el tratamiento que da a la figura de la madre. Se podría hablar de las tres madres de Avner:la madre patria Israel, que se identifica con el personaje de Golda Meir que aquí aparece como una mujer cínica anclada en el pasado, que lanza a sus hijos a matar y a morir con argumentos dudosos; la madre biológica ausente, que dejó a su hijo en un kibutz y que le rechaza cuando él muestra debilidad y busca consuelo tras su misión; y Daphna, la esposa amada que es una víctima inocente de todo este desenfreno, ella es el futuro de Israel que acaba en el exilio.
Todos los actores que componen el comando israelí están geniales: la mirada vulnerable de Eric Bana, imprescindible, los remordimientos de Mathieu Kassovitz, la racionalidad de Ciarán Hinds, las dudas de Hans Zischler y la fuerza de Daniel Craig.
La ambientación y la fotografía de Janusz Kaminski que me transportaron a los años 70, casi rozan la perfección