He de reconocer que me equivoqué con esta película. La ninguneé, la desprecié y rechacé acompañar a mis amigos al cine. Y sin embargo, resulta que fue una noche para la historia.

Pocas películas desprenden tanta risa.
Risa cada vez que recuerde los aproximadamente 40 euros que desembolsaron mis colegas, cena y vehículo aparte, y que uno detrás de otro fueron depositando moneda a moneda (como diría el gran Tuky). Uno de ellos incluso con tarjeta de crédito el total del atraco.
Posiblemente incluso miraban por última vez el cartel con alguna sonrisa y aún ilusionados con la inolvidable selección de escenas que iban a contemplar.

Mientras tanto, yo colosal en mi casa, preguntándome si el espectáculo habría merecido la pena.

Y tanto. No se les ocurre otra cosa que en pleno frente frío ir a la sesión de las 00:00, para salir frescos a las tantas y madrugar al día siguiente. Un trabajo redondo, sólo comparable a aquella vez que un amigo (víctima aquí también, aprovecho para saludarle) tuvo que tragarse la hora y media inicial de Apocalypto dos veces porque en la primera salió como alma que lleva el diablo porque perdía el autobús.

Pobres hombrecillos. A partir de ahora recordarán la experiencia con sensación de arcada. Billete a billete, puñetazo a puñetazo. En Hulk me convertiría yo si pago por esa estafa.
Que Dios se apiade de sus almas.