Una herencia de muerte funciona como comedia, no de la forma más eficaz, pero funciona. Los mejores chascarrillos que ofrece la obra de Dean Craig son los chistes fáciles, que parecen estancados en la década anterior, y las situaciones extremadamente forzadas e incómodas que viven los propios actores.

El elenco protagonista, aunque tampoco es que haya una gran cantidad de roles, hace lo que puede con lo que tiene. La temática no es la más original, pero daba pie a hacer una comedia en condiciones donde el humor intrafamiliar y las típicas broncas entre parientes están más que presentes. Aunque ambas premisas se cumplen, no se desarrollan de la manera esperada. Los gags entre Richard y Macey se centran en propuestas incestuosas del primero, que se supone que deben ser graciosas, pero que quedan muy fuera de lugar. Los personajes son bastante planos a la vez que arquetípicos, incluso se puede llegar a pensar que Anna Faris no está interpretando ningún papel, sino que es ella misma. Por otra parte, puede chocar un poco ver a Toni Colette en un papel que deja tanto que desear, después de haber visto sus actuaciones anteriores.

Y aun con todos estos aspectos negativos, Una herencia de muerte es ligera, sencilla y entretenida. Cumple con su función distrayendo al espectador sin argumentos complejos, acercándolo más a un estilo similar a las sitcoms que puede ver uno a la hora de merendar.

www.contraste.info