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Ciencia ficción. Intriga. Thriller. Fantástico
1976. Norma Lewis (Cameron Diaz), profesora de un colegio privado, está casada con Arthur (James Marsden), un ingeniero de la NASA, y tiene un hijo de nueve años. Un día, se presenta en su casa un hombre misterioso, con el rostro horriblemente desfigurado, que le propone a Norma una vida alternativa: la caja. La pareja, que sólo dispone de 24 horas para decidirse, se enfrenta a un espinoso dilema moral. La cuestión es que decidan lo que ... [+]
6 de noviembre de 2009
122 de 144 usuarios han encontrado esta crítica útil
El caso de Richard Kelly es digno de estudio. Hasta esta semana sólo tenía en su haber dos largometrajes estrenados, pero ya podrían escribirse docenas de libros sobre su corta e intensísima carrera. Sintetizando un poco, estamos ante un hombre que a la temprana edad de 26 años consigue que todo el mundo conozca su nombre gracias a ‘Donnie Darko’, que desde su llegada a los cines es considerada como una de las mejores películas indies de la historia. Cinco años más tarde salta al vacío sin red de seguridad y protagoniza uno de los tropiezos más sonados jamás visto. Con ‘Southland Tales’, inclasificable delirio de dos horas y media, los distinguidos asistentes al Festival de Cannes abuchean a rabiar aquel suicidio artístico, y gran parte del crédito de este singular director queda lapidado.
Conclusiones hasta la fecha: Richard Kelly es un cineasta genial... con todo lo bueno y lo malo que implica este calificativo. Toma tanto riesgos; quiere hablar de tantas cosas; quiere hacerlo de una manera tan rara que o bien es un visionario, o bien o bien un loco, o bien un tipo extremadamente listo, o bien un imbécil de remate. Todavía no lo sé. Lo que sí sé es que éste es un director capaz de grandes hazañas, pero que necesita imperativamente un ente (ya sea en forma de grillo saltarín que materialice el sentido común, ya sea en forma de productor preocupado por sacarle partido a su inversión) que de vez en cuando frene a base de collejas sus constantes pulsos nihilistas y auto-destructivos.
Por eso la elección de ‘The Box’ parece la ideal para el Sr. Kelly. Estamos ante el remake -o ensanchamiento- del estupendo capítulo “Button. Button.” de la serie “The Twilight Zone” de 1985. Esto ya garantiza un mínimo campo de contención, por aquello del respeto al original, que implica seguir una línea argumental trazada con anterioridad. Pero hablamos de Richard Kelly, un hombre que se quiere muchísimo... demasiado; un hombre que nunca sabes qué va a sacarse de la chistera. Así, de un mediometraje de apenas veinte minutos, él pare una historia de dos horas. De este modo, el material original está íntegramente reproducido al principio, convirtiéndose “sólo” en punto de partida (más que en el eje central) de un relato fantástico marca de la casa.
Conclusiones hasta la fecha: Richard Kelly es un cineasta genial... con todo lo bueno y lo malo que implica este calificativo. Toma tanto riesgos; quiere hablar de tantas cosas; quiere hacerlo de una manera tan rara que o bien es un visionario, o bien o bien un loco, o bien un tipo extremadamente listo, o bien un imbécil de remate. Todavía no lo sé. Lo que sí sé es que éste es un director capaz de grandes hazañas, pero que necesita imperativamente un ente (ya sea en forma de grillo saltarín que materialice el sentido común, ya sea en forma de productor preocupado por sacarle partido a su inversión) que de vez en cuando frene a base de collejas sus constantes pulsos nihilistas y auto-destructivos.
Por eso la elección de ‘The Box’ parece la ideal para el Sr. Kelly. Estamos ante el remake -o ensanchamiento- del estupendo capítulo “Button. Button.” de la serie “The Twilight Zone” de 1985. Esto ya garantiza un mínimo campo de contención, por aquello del respeto al original, que implica seguir una línea argumental trazada con anterioridad. Pero hablamos de Richard Kelly, un hombre que se quiere muchísimo... demasiado; un hombre que nunca sabes qué va a sacarse de la chistera. Así, de un mediometraje de apenas veinte minutos, él pare una historia de dos horas. De este modo, el material original está íntegramente reproducido al principio, convirtiéndose “sólo” en punto de partida (más que en el eje central) de un relato fantástico marca de la casa.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
Eso sí, como trampolín no está nada mal. Porque ¿qué les parece la posibilidad de ganar un millón de dólares, con el insignificante precio de una vida humana totalmente ajena a nosotros? Esta trillada y cínica visión de los seguros de vida contiene aquí un dilema moral tan imposible como estimulante. Es admirable ver como algo tan inofensivo como una caja vacía puede construir una metáfora tan potente de una sociedad que, por temor y adoración al billetito verde, está dispuesta a lo que haga falta para que siga habiendo saldo positivo en su cuenta corriente. Este concepto acaba de plasmarse a través un leve cambio con respecto al episodio dirigido por Peter Medak, introducido con mucho acierto Kelly. Antes los protagonistas eran pobres y vivían en un cuchitril... ahora pasan también por penurias económicas, pero éstas sólo ponen en peligro su más que confortable estilo de vida. Se crea pues un cierto distanciamiento con los personajes, pero ahí sigue la invitación a participar en este macabro juego.
Una vez superados “los límites de la realidad”, empieza la ya típica marcianada del realizador de Virginia. Una casi enfermiza e imparable recolección de piezas de un inmenso puzzle que, para no faltar a la tradición, desconcierta por no dejar claros qué objetivos persigue. De nuevo, la irregularidad y los giros argumentales son los signos de identidad del trabajo de Kelly. Un trabajo que pierde consistencia en su prolongadísimo nudo, donde la ciencia-ficción y las alegorías religiosas de mercadillo van cogidas de la mano, confirmando que Richard Kelly otra vez se está quedando con nosotros. No obstante, resulta gratificante que a uno le tomen el pelo con tanto estilo y personalidad, y es por ello que cuesta resistirse a entrar en esta hipnótica ramificación de la teoría de la conspiración... o terrible cuento navideño, como se prefiera. Lo importante es que después de la buena resolución de la trama -gran ejemplificación de la fuerza del destino-, permanece la reconfortante sensación de que este inconfundible director ha recuperado parte de la fiabilidad perdida, y que de momento no habrá que temer por su extinción. Amén.
Una vez superados “los límites de la realidad”, empieza la ya típica marcianada del realizador de Virginia. Una casi enfermiza e imparable recolección de piezas de un inmenso puzzle que, para no faltar a la tradición, desconcierta por no dejar claros qué objetivos persigue. De nuevo, la irregularidad y los giros argumentales son los signos de identidad del trabajo de Kelly. Un trabajo que pierde consistencia en su prolongadísimo nudo, donde la ciencia-ficción y las alegorías religiosas de mercadillo van cogidas de la mano, confirmando que Richard Kelly otra vez se está quedando con nosotros. No obstante, resulta gratificante que a uno le tomen el pelo con tanto estilo y personalidad, y es por ello que cuesta resistirse a entrar en esta hipnótica ramificación de la teoría de la conspiración... o terrible cuento navideño, como se prefiera. Lo importante es que después de la buena resolución de la trama -gran ejemplificación de la fuerza del destino-, permanece la reconfortante sensación de que este inconfundible director ha recuperado parte de la fiabilidad perdida, y que de momento no habrá que temer por su extinción. Amén.