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Voto de daci:
9
7,6
117.953
Drama
Nina (Natalie Portman), una brillante bailarina que forma parte de una compañía de ballet de Nueva York, vive completamente absorbida por la danza. La presión de su controladora madre (Barbara Hershey), la rivalidad con su compañera Lily (Mila Kunis) y las exigencias del severo director (Vincent Cassel) se irán incrementando a medida que se acerca el día del estreno. Esta tensión provoca en Nina un agotamiento nervioso y una confusión ... [+]
13 de marzo de 2011
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tras la ruptura que supuso el hiperrealismo de The Wrestler respecto al resto de su bizarra filmografía, Darren Aronofsky nos demuestra ahora con Cisne negro que en realidad ese cambio no lo fue tanto. En efecto, Black Swan resulta una especie de puente entre su sobria película con Mickey Rourke y las rarezas alucinógenas que poblaban cintas como Réquiem por un sueño, Pi o La fuente de la vida, y que constituyen la base de su estilo.
Cisne negro nos cuenta la historia de Nina-Natalie Portman-, otra profesional -como el luchador de Rourke- consagrada en cuerpo y alma a su trabajo, que ve peligrar su salud mental al ser escogida para bailar el doble papel protagonista de El lago de los cisnes: el virginal cisne blanco -que borda- y el malvado cisne negro, en el que poca gente la ve pero que está latente en su interior, dispuesto a ser expulsado a la luz con desgarradoras consecuencias para su equilibrio emocional.
La película retrata con crudeza ese descenso a los infiernos de Nina, una chica reprimida y solitaria que sabe que se encuentra ante la oportunidad de su vida al reemplazar a la veterana Beth -Winona Ryder- al frente de la compañía. Pero su excesivo perfeccionismo y las presiones por distintos motivos del director del ballet -Vincent Cassel-, de su sobreprotectora madre -Barbara Hershey- o de una compañera arribista, por la que siente una extraña atracción -Mila Kunis- serán demasiado para ella, sumiéndola en una vorágine pesadillesca que Aronofsky parece estar filmando desde dentro mismo de su cerebro. En efecto, a modo del Otra vuelta de tuerca, de Henry James, contemplamos la narración desde el filtro subjetivo de la bailarina, para quien todo el mundo -hasta ella misma- representan una amenaza. Así, la acción se llena de terror, alucinaciones y escenas oníricas que conectan perfectamente con el Aronofsky más hipnótico -y a veces incomprensible-, el de Réquiem por un sueño o The Fountain.
Pero no sólo el autor de Pi alude a su propia obra, sino que para ilustrar aquello que nos quiere contar utiliza una serie de referentes que van desde el Polanski de Repulsión o La semilla del diablo, a Eva al desnudo, Las zapatillas rojas, el cine de Darío Argento, Cronenberg, Kubrick, o incluso El doble, de Dostoevsky. Una amalgama de referencias muy distintas que sin embargo encajan como un puzzle en la historia, ayudados por la portentosa e increíble interpretación de Natalie Portman, a quien este año hay que echarle de comer aparte.
Cisne negro nos cuenta la historia de Nina-Natalie Portman-, otra profesional -como el luchador de Rourke- consagrada en cuerpo y alma a su trabajo, que ve peligrar su salud mental al ser escogida para bailar el doble papel protagonista de El lago de los cisnes: el virginal cisne blanco -que borda- y el malvado cisne negro, en el que poca gente la ve pero que está latente en su interior, dispuesto a ser expulsado a la luz con desgarradoras consecuencias para su equilibrio emocional.
La película retrata con crudeza ese descenso a los infiernos de Nina, una chica reprimida y solitaria que sabe que se encuentra ante la oportunidad de su vida al reemplazar a la veterana Beth -Winona Ryder- al frente de la compañía. Pero su excesivo perfeccionismo y las presiones por distintos motivos del director del ballet -Vincent Cassel-, de su sobreprotectora madre -Barbara Hershey- o de una compañera arribista, por la que siente una extraña atracción -Mila Kunis- serán demasiado para ella, sumiéndola en una vorágine pesadillesca que Aronofsky parece estar filmando desde dentro mismo de su cerebro. En efecto, a modo del Otra vuelta de tuerca, de Henry James, contemplamos la narración desde el filtro subjetivo de la bailarina, para quien todo el mundo -hasta ella misma- representan una amenaza. Así, la acción se llena de terror, alucinaciones y escenas oníricas que conectan perfectamente con el Aronofsky más hipnótico -y a veces incomprensible-, el de Réquiem por un sueño o The Fountain.
Pero no sólo el autor de Pi alude a su propia obra, sino que para ilustrar aquello que nos quiere contar utiliza una serie de referentes que van desde el Polanski de Repulsión o La semilla del diablo, a Eva al desnudo, Las zapatillas rojas, el cine de Darío Argento, Cronenberg, Kubrick, o incluso El doble, de Dostoevsky. Una amalgama de referencias muy distintas que sin embargo encajan como un puzzle en la historia, ayudados por la portentosa e increíble interpretación de Natalie Portman, a quien este año hay que echarle de comer aparte.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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spoiler:
En efecto, no es sólo que la Portman vaya a ganar el Oscar el próximo domingo, es que no parece probable que ningún académico haya considerado ni siquiera votar a otra actriz que no sea ella. Y es que decir que la princesa Amidala de Star Wars realiza en esta película la interpretación de su carrera en quedarse bastante corto, porque no recuerdo en los últimos años un papel femenino que demandara un tour de force tan difícil tanto en el plano físico como en el psicológico. En el primero, adelgazar espectacularmente y soportar más de 10 meses de intensísimos entrenamientos de ballet hasta amoldar su cuerpo al de una experta profesional. En el segundo, dar un auténtico recital de matices desde la retraída bailarina del principio a la Nina que, poco a poco, va abandonándose a su lado oscuro para poder ser un Cisne Negro convincente, aún a costa de perderse en su propia obsesiva paranoia. Todo un amplio arco de emociones por llenar que la Portman borda a la perfección y que provocan la mayoría de esos aplausos espontáneos con los que el público despide la proyección del film, todavía imbuido por la poderosa partitura de Tchaikovsky a la par que convencido de haber visto una de las mejores películas de este año.