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Voto de daci:
1
5,9
52.126
Drama
Estados Unidos, años 50. Jack (Hunter McCracken) es un niño que vive con sus hermanos y sus padres. Mientras que su madre (Jessica Chastain) encarna el amor y la ternura, su padre (Brad Pitt) representa la severidad, pues la cree necesaria para enseñarle al niño a enfrentarse a un mundo hostil. Ese proceso de formación se extiende desde la niñez hasta la edad adulta. Es entonces cuando Jack (Sean Penn) evoca los momentos trascendentes ... [+]
18 de setiembre de 2011
13 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Ya cuando vi entrar a gente con palomitas a El árbol de la vida empecé a sospechar que algunos no sabían dónde se metían. Los dos o tres que abandonaron la sala a la media hora, en cambio, lo vieron claro: que el trailer -el más tramposo de los últimos tiempos- se la había jugado. Los de las palomitas siguieron a lo suyo pero intentando no hacer mucho ruido; más que avergonzados por romper la quietud proveniente de la pantalla, por concentrarse y averiguar qué carajo significaba el volcán o esos dinosaurios ahí de repente. Por fin, tras bastantes resoplidos o suspiros, el letrero postrero de written and directed by Terrence Malick fue recibido con risitas y abucheos ahogados por los supervivientes, que parecieron quedarse con el nombre del autor de Illinois para no volver a ver una película suya en la vida.
Esta es la crónica de mi experiencia el viernes pasado en la proyección de El árbol de la vida: un título ante el cual la crítica especializada y numerosos espectadores de todo el mundo han caído rendidos, saludándolo como una obra maestra similar a los grandes clásicos de la historia del cine, y compadeciendo a los pobres ignorantes que ni comprenden ni comparten su fervor. Sin pensar en que cada espectador es un mundo, y que lo mismo no tiene por qué gustarnos de igual grado a todos.
Un servidor disfrutó sin fanatismos de Malas Tierras, Días del cielo o La delgada línea roja, aunque ya El nuevo mundo me pareció un film de bella factura pero que bordeaba peligrosamente la pretenciosidad y el aburrimiento; un aviso de que a Malick se le podía acabar yendo la olla del todo con tanta mirada a su ombligo. Por desgracia, mis temores se han confirmado con The tree of life, otra sobredosis del Malick más críptico disfrazada de genialidad y que, más que provocarme el síndrome de Stendhal que a muchos parece haberles estimulado, lo que hizo fue obligarme a ver enseguida Casablanca por si moría de repente tras salir de El árbol de la vida y esa quedaba como la última película vista de mi ídem.
Bueno, quizá esto último sea una exageración -en realidad la vi 3 horas después- pero lo que sí es cierto es que Malick sigue fabricando películas para sí mismo sin pensar mucho en el público, dando la impresión de haber oído mal aquello que decía Hitchcock “para mí el cine son 400 butacas por llenar” y creer que de lo que se trata es de vaciarlas.
sigue en spoiler
Esta es la crónica de mi experiencia el viernes pasado en la proyección de El árbol de la vida: un título ante el cual la crítica especializada y numerosos espectadores de todo el mundo han caído rendidos, saludándolo como una obra maestra similar a los grandes clásicos de la historia del cine, y compadeciendo a los pobres ignorantes que ni comprenden ni comparten su fervor. Sin pensar en que cada espectador es un mundo, y que lo mismo no tiene por qué gustarnos de igual grado a todos.
Un servidor disfrutó sin fanatismos de Malas Tierras, Días del cielo o La delgada línea roja, aunque ya El nuevo mundo me pareció un film de bella factura pero que bordeaba peligrosamente la pretenciosidad y el aburrimiento; un aviso de que a Malick se le podía acabar yendo la olla del todo con tanta mirada a su ombligo. Por desgracia, mis temores se han confirmado con The tree of life, otra sobredosis del Malick más críptico disfrazada de genialidad y que, más que provocarme el síndrome de Stendhal que a muchos parece haberles estimulado, lo que hizo fue obligarme a ver enseguida Casablanca por si moría de repente tras salir de El árbol de la vida y esa quedaba como la última película vista de mi ídem.
Bueno, quizá esto último sea una exageración -en realidad la vi 3 horas después- pero lo que sí es cierto es que Malick sigue fabricando películas para sí mismo sin pensar mucho en el público, dando la impresión de haber oído mal aquello que decía Hitchcock “para mí el cine son 400 butacas por llenar” y creer que de lo que se trata es de vaciarlas.
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Con The tree of life estamos ante algo más cercano al video-arte que a una cinta convencional con planteamiento, nudo y desenlace; algo que su sibilina publicidad ha intentado ocultar para extraer de la plebe el mayor botín posible antes del efecto negativo del boca-oreja. Y es que la película es una especie de poema visual con imágenes arrebatadoramente hermosas que pretende ser “un retrato familiar íntimo y una digresión filosófica sobre la existencia humana”, pero que en realidad supone un intento de remedo de 2001: Una odisea despacio -pero despacio, oiga- de Malick hacia su admirado Kubrick: otro autor con mayúsculas pero sin mucha sensibilidad que se creía con derecho a pontificar sobre los misterios de la vida y el universo.
En efecto, la película trata de mezclar los recuerdos infantiles y dudas de fe de Jack, el personaje de Sean Penn -actor que sólo sale al principio y al final- insertando entre medias imágenes naturales del origen del cosmos o de la aparición de la vida en la Tierra, para que veamos lo poco que significa el ser humano ante la inmensidad de la Creación. Algo que relativiza la acción dramática ambientada en los años ‘50 -el grueso de la película-, con un efectivo Brad Pitt encarnando al autoritario padre de Jack y sus dos hermanos, y Jessica Chastain como su delicada madre, recitando a las hojas y al crepúsculo como recién salida de un anuncio de compresas.
Alguien bastante perspicaz ha observado que las iniciales del protagonista, J.O.B. -Jack O’Brien- forman el nombre del Santo Job; de hecho, una de las citas de su libro bíblico abre el film. Yo quiero creer que todavía queda algo de empatía en Malick hacia sus semejantes y que, en realidad, esto obedece a un gesto de agradecimiento suyo para con los 5 montadores acreditados de la película. Porque ni siquiera el santo de la paciencia infinita habría sido capaz durante 3 años de visionar, editar y resumir a diario el batiburrillo megalómano-new age-todo a cien que les tenía preparado su grandilocuente jefe; efectuando un primer montaje de 6 horas -que se verá en Blue Ray- y luego dejándolo en esos 139 minutos definitivos, que de todas formas siguen siendo demasiados. Y es que esos 5 valientes sí que se han ganado el cielo, y no el Sean Penn de la playa.
En efecto, la película trata de mezclar los recuerdos infantiles y dudas de fe de Jack, el personaje de Sean Penn -actor que sólo sale al principio y al final- insertando entre medias imágenes naturales del origen del cosmos o de la aparición de la vida en la Tierra, para que veamos lo poco que significa el ser humano ante la inmensidad de la Creación. Algo que relativiza la acción dramática ambientada en los años ‘50 -el grueso de la película-, con un efectivo Brad Pitt encarnando al autoritario padre de Jack y sus dos hermanos, y Jessica Chastain como su delicada madre, recitando a las hojas y al crepúsculo como recién salida de un anuncio de compresas.
Alguien bastante perspicaz ha observado que las iniciales del protagonista, J.O.B. -Jack O’Brien- forman el nombre del Santo Job; de hecho, una de las citas de su libro bíblico abre el film. Yo quiero creer que todavía queda algo de empatía en Malick hacia sus semejantes y que, en realidad, esto obedece a un gesto de agradecimiento suyo para con los 5 montadores acreditados de la película. Porque ni siquiera el santo de la paciencia infinita habría sido capaz durante 3 años de visionar, editar y resumir a diario el batiburrillo megalómano-new age-todo a cien que les tenía preparado su grandilocuente jefe; efectuando un primer montaje de 6 horas -que se verá en Blue Ray- y luego dejándolo en esos 139 minutos definitivos, que de todas formas siguen siendo demasiados. Y es que esos 5 valientes sí que se han ganado el cielo, y no el Sean Penn de la playa.