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Voto de David Dunn:
7
Comedia. Drama Después de hacerse famoso interpretando en el cine a un célebre superhéroe, la estrella Riggan Thomson (Michael Keaton) trata de darle un nuevo rumbo a su vida, luchando contra su ego, recuperando a su familia y preparándose para el estreno de una obra teatral en Broadway que le reafirme en su prestigio profesional como actor. (FILMAFFINITY)
13 de enero de 2015
6 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Antes que cualquier otra cosa, Birdman o La Inesperada Virtud de la Ignorancia (Alejandro González Iñárritu, 2014) es un filme antipático. Su puesta en escena lo convierte con toda intención en un producto claustrofóbico, agobiante y con un tono general decadente. Una propuesta, sin embargo, no exenta de comicidad, aunque se trate de un humor cínico, ácido, autorreferencial y bastante pasado de vueltas en tanto que derivado de la trivial caricaturización del show business como un entorno deshumanizado. Un ámbito donde las personas situadas en el lado del business actúan, en el mejor de los casos, por capricho u orgullo, mientras que los ilustres integrantes del show pasean su inmadurez, egolatría e inestabilidad emocional allá por donde van.

Desde el punto de vista técnico y actoral, Birdman se antoja una auténtica maravilla. Michael Keaton, Edward Norton, Emma Stone y Naomi Watts rinden con la brillantez habitual, mientras que Zach Galifianakis sorprende por su eficacia en un registro situado a años luz de sus exigencias habituales. La banda sonora, compuesta en su mayoría por instrumentos de percusión, subraya magistralmente tanto el carácter obsesivo de los personajes como lo limítrofe de sus estados mentales. La dirección, concebida en un único plano secuencia falseado, borra de manera elocuente la frontera entre vida y teatro, dos esferas en continua interalimentación. Mientras que el primoroso montaje y la excelsa fotografía, otorgan seriedad al engaño.

Birdman es, como se deduce de todo lo anterior, una película extrema. Y, precisamente por ello, difícil de sostener. El guión incluye un abanico de personajes monomaníacos a los que no se saca todo el jugo, abundantes diálogos á la Raymond Carver menos ingeniosos de lo que sus responsables pensaban y un puñado de temas tratados únicamente de manera superficial. Todo esto provoca que el ritmo se resienta y la película parezca, a ratos, reiterativa e hinchada. Pero no cabe duda que Iñárritu consigue transmitir con claridad la postura óptima que, a su juicio, debe mantenerse ante la vida y el arte. Una visión de auteur poderosa y agresiva donde la técnica se pone al servicio del discurso. Algo tan difícil de encontrar hoy en día en el mainstream hollywoodiense que, simplemente por ello, ya se gana nuestra estima. A pesar de sus defectos.
David Dunn
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