Se dice que los sentimientos humanos, justamente por su caracter de sentimientos, no pueden ser expresados mediante la palabra, sería como dar una forma única a energías siempre cambiantes. El gran Kim prefiere aislar a dos personas en medio del mar y desencadenar así, (en base al silencio, las miradas y un reconocimiento mutuo y previo que el espectador no conoce pero que de alguna forma ya vive) una obra que se antojaba como maestra en su ambición, pero que decae sobre el final aportando más de lo que realmente debía aportar.

El amor como fuerza legítima pero llevado a su extremo más destructivo; Eros y Thanatos que se superponen a una libertad buscada casi de manera brutal y debiendo enfrentar oposiciones igualmente brutales: padre e hija, dentro de una relación no del todo clara en su legitimidad pero con un notorio acento incestuoso. La obra reposa sobre estas dos actuaciones mientras que algunos extras se infiltran para que el espectador conozca un poco más la realidad ajena a ese agua inmensa pero limitada que rodea a El arco.

La imagen como detalle visual preciosista y la suavidad de los gestos para lograr ver un panorama muy rico a nivel humano y conceptual, y el silencio, y un final que desbarranca la historia (imposible no notarlo) pero que no logra borrar el recuerdo posterior de una peli cuasi maestra. Así de escueta esta crítica en su armado, pero intento lograr lo mismo que Duk, encontrar la palabra correcta para describir ese silencio que lo dice todo.