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Argentina Argentina · Buenos Aires
Voto de Juan Rúas:
8
Thriller. Drama Nueva York, 1988. La difusión de un nuevo tipo de droga ha traído una oleada de crímenes. En inferioridad de condiciones frente a las viejas y nuevas bandas de traficantes, la policía pierde por término medio dos agentes al mes. Bobby Green (Joaquin Phoenix), el encargado de un club de Brooklyn frecuentado por la mafia rusa, intenta mantenerse al margen del conflicto. Pero Bobby guarda un secreto: tanto su hermano, el teniente Joseph ... [+]
17 de noviembre de 2010
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
De La noche es nuestra se pueden hacer tesis, análisis y estudios sobre sus distintos puntos de vista, su estructura narrativa y, principalmente, sus temáticas, tanto las explícitas como las más solapadas. Creo que para tratar de sintetizar tamaña película hay que partir y culminar en Bobby. Quizás de esa manera logre abarcar, aunque sea un poco, sus olímpicas dimensiones.

Si la obra de Gray huele al Padrino, pues no es coincidencia. Si algo hizo grande a aquella fue la forma de retratar las mafias italianas, su devoción emotivo/familiar en las relaciones de parentesco. Desde luego ésta no es aquella, no alcanza su magnitud épico/trágica, pero los medios y la forma de reflejarlos son similares. Si partimos de Bobby para llegar a Bobby, debemos partir de su primera imagen en la peli: un plano americano en ralentti que lo exhibe saliendo de las sombras. Idéntico plano que después lo verá alejarse, entrando en ellas.

Aquí no hay puntos medios, si él se alejaba de su familia, se pasaba al bando contrario concientemente, casi en actitud rebelde con ciertas cadenas que pretendía romper. Si él en última instancia se aferra a esas cadenas y culmina por entrar en las sombras, pues es que no estaba del todo alejado, ni siquiera estando en el otro bando.
Del padre a los hijos, del poder a la marginalidad y viceversa, La noche es nuestra expone como el prota se expone, se deja ver en su condición jamás superada. No se le puede achacar ser maduro por entrar en el cuerpo policial, en todo caso sí vale la pena discutir sobre su sentido de la independencia a la hora de encargarse de semejantes clubes de mala muerte. Cada decisión de este Phoenix agridulce constituye un encadenamiento de resignaciones, siempre da la sensación de que es más lo que termina perdiendo que todo el glamour de sus nuevos progresos dentro de un orden establecido que, literalmente, lo avasalla, lo derrota como ser humano.

La forma de reflejar esto dista de ser reveladora, es más bien un cactus en medio del desierto: la obra de Gray dilapida cualquier intento de libertad personal, todo lo contrario, la somete a unas raíces demasiado férreas y estoicas en donde debes echar semillas y, quizás, verte glorioso dentro de tu uniforme, pero demasiado incompleto como para jactarte de ello frente al espejo.
Juan Rúas
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