No puedo dejar de criticar que no se hayan explotado un poco más las contradicciones del personaje, sobre todo, en referencia al asunto de las Malvinas, cuando en la película tacha a los argentinos, o mejor dicho a su gobierno (por llamarlo de alguna manera), de «matones fascistas», su actitud no haya sido contrastada con la política de alianzas entre Reagan, ella misma y las dictaduras —aunque terribles— títere suramericanas, muy especialmente la de Pinochet y su amistad personal que ni siquiera se insinúa.

Nada más me apetece añadir. La recomiendo por su humanidad, por la interpretación (la voz está logradísima, se presenta ese dilema común en los biopics donde uno debe saber discernir entre lo que es interpretar y lo que es imitar), porque a pesar de todo es capaz de describir la complicadísima atmósfera que envolvió un hecho histórico como el de la llegada al poder de la primera mujer —con todas las características muy particulares de ésta que no hacen más que acentuar lo insólito de su «tiranía»— en Europa y por un final (el político) realmente impresionante.