Religiones, ideologías, costumbres...son conceptos ambiguos, abstractos, que sin embargo son motivo de incomprensibles e injustificables desencuentros y separaciones, amén de conflictos más graves, que como últimas consecuencias, conducen a los seres humanos a la guerra.
Parece por tanto, dadas las actuales circunstancias, que sería muy difícil imaginar una relación de sencilla a mistad, entre un musulmán y un judío; si además la diferencia generacional entre ambos fuese grande el encuentro parecería imposible. Sin embargo, esta es la propuesta del director François Dupeyron, en el escenario del París de los 60, en el que todo lo nuevo va abriéndose paso en una ciudad que espera cambios y un giro que resuelva las necesidades sociales que están a punto de hacer estallar el sistema. En este escenario es donde se encuentran Momo, un joven judío al que le cambia la vida el hecho de quedarse huérfano, y el Sr. Ibrahim, un hombre aparentemente sencillo, pero que guarda un serena sabiduría y gran respeto hacia el prójimo.
El resultado es una historia dramática pero cálida, entrañable, humana y esperanzadora.
Abrir el Corán, o cualquier otro libro de enseñanzas, y encontrar una flor es una buena fórmula para no perdernos en las palabras, para conectar con el corazón y alejarnos de cualquier fundamentalismo que nos lleve en una sola dirección.