Lo primero que me llama la atención de esta película es la naturalidad con la que la sociedad filipina, familia, amistades, vecinos, policía, etc. acepta la homosexualidad de un niño y su relación con un adulto policía. Por lo demás, la película no deja de ser un folletín, a los que son muy aficionados los filipinos, con tintes de documental que pretende reflejar la miseria en la que viven muchos habitantes de ese país al que acuden los occidentales en busca del turismo sexual y especialmente con menores, aunque este no sea el tema. Me llama así mismo la atención el trabajo que realiza el joven actor Nathan López en el papel del protagonista principal, siempre presente en pantalla, llevando todo el peso de la historia. Solo por esto me ha valido la pena ver la película porque por lo demás es una historia vulgar y sensiblera, en la que personajes secundarios, como es el caso del policía, quedan sin definir, los deja el director jugando a la ambigüedad. Son tan malos los actores que en algunos casos quedan mirando a la cámara. La fotografía no está mal, es correcta, especialmente en los ambientes callejeros, pero los movimientos de cámara, violentos, son innecesarios para indicar la acción que se produce, sobre todo en las peleas. En resumen, es una curiosidad filipina que no alcanza el aprobado.