Como obra de ciencia-ficción es fundamental: Star-Wars, Flash Gordon o La Isla, son referentes más que claros de lo que supuso en su momento "La Fuga de Logan".

El problema es la burdez casi insólita de los diálogos: Michael York, (El Secreto del Sahara) habitual en éste tipo de películas, Richard Jordan, (el mítico Duchan Idaho en Dune, 1984) o Jenny Agutter, (la bella enfermera de "Un hombre lobo americano en Londres) son los figurantes que de forma espasmódica y sistemática, se limitan a espetar diálogos risibles, cuando menos, infantiles.

Peter Ustinov ni siquiera brinda su más que mítica y sobrada dote para la interpretación, quedando aquí como un orondo vejestorio con algún tipo de enfermedad en la senectud.

El primer tramo de la película es bastante bueno y prometedor: un ambiente distópico, donde el aparente paraíso esconde un sistema dictatorial y eugenésico, donde sólo se puede vivir hasta los treinta años. A partir de ahí, todos sus ciudadanos deben someterse a su "renacer", que no es más que una pantomima del sistema para mantener el equilibrio poblacional de una sociedad tan hedonista como alineada y vulgar. Y sólo unos pocos, son conocedores del "Santurario", un lugar fuera de la ciudad aislada, donde podrán huir aquellos que no quieran ser sometidos al "renacer".

Su factura claramente naif y sesentera, juegan en su contra, (la película es de la segunda mitad de los 70') y a partir de que los protagonistas escapan de la ciudad, el espectáculo de cartoné se convierte en un tostón que trata de emular aquella maravilla de George Pal: El Tiempo en sus Manos (1960) y el Planeta de los Simios.

Si hicieran un remake menos infantil y más adulto y realista, estaríamos hablando de una grandísima obra por el calado y trasfondo de la trama: una vez más el Mito de la Caverna de Platón con base distópica y postapocaliptica.