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Voto de Samizdat:
7
7,1
56.332
Western. Aventuras
Después del asesinato de su padre, Mattie Ross (Hailee Steinfeld), una chica de catorce años firmemente decidida a hacer justicia, contrata los servicios del veterano agente del Gobierno Rooster Cogburn (Jeff Bridges), borracho y excelente pistolero. Así ambos se ponen en camino y entran en territorio indio para dar caza a Tom Chaney (Josh Brolin) en compañía de LaBoeuf (Matt Damon), un ránger de Texas que busca al fugitivo por el ... [+]
12 de febrero de 2011
4 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
A pesar de que se le vienen diciendo responsos desde los años 60, el western, el género americano por excelencia, no termina de morirse, y hasta puede decirse que goza todavía de una (mala) salud de hierro. Es cierto que por lo general no son demasiado brillantes, pero no hay año en que no pasen por cartelera dos o tres películas del Oeste, obra de voluntariosos directores empeñados en revitalizar el género. En esta ocasión es el turno de los hermanos Coen, quienes emprenden con esta interesante película su primera incursión en el western, optando para ello por hacer una nueva versión de un clásico menor del género, “Valor de ley”, dirigida en 1969 por Henry Hathaway y protagonizada por un decadente John Wayne. La película está entre las más comerciales y menos personales del cine de la pareja de cineastas, pero resulta un western muy correcto, que, aunque no salvará definitivamente al género de su interminable agonía, sí deja claro que conocen a la perfección los códigos de este tipo de cine y saben aplicarlos con maestría. Seguramente no les haya venido mal a los Coen, después de una película tan autobiográfica como “Un tipo serio”, dejarse querer un poco por la taquilla: en este aspecto, el objetivo está indudablemente conseguido.
La primera “Valor de ley” era ya un western, más que crepuscular, trasnochado: en la misma época en que triunfaba la vertiente revisionista del género, con Sam Peckinpah o Arthur Penn, y se rodaban las mejores películas del spaghetti western, Hathaway se desmarcaba con un oeste al viejo estilo: nada de justificar o glorificar a los malos; al contrario, una historia que trata de cómo los “buenos” hacen que la ley se cumpla, caiga quien caiga (y caen unos cuantos), al precio que sea y con los métodos que haga falta. Aunque, eso sí, con un cierto toque cómico, basado sobre todo en la extraña pareja que forman la niña obstinada en vengar a su padre y el viejo sheriff borracho, encarnado por Wayne, que obtuvo gracias a esta mediocre película el Óscar que tenía mucho más que merecido por cualquiera de sus trabajos con Ford o Howard Hawks.
(sigue en el spoiler)
La primera “Valor de ley” era ya un western, más que crepuscular, trasnochado: en la misma época en que triunfaba la vertiente revisionista del género, con Sam Peckinpah o Arthur Penn, y se rodaban las mejores películas del spaghetti western, Hathaway se desmarcaba con un oeste al viejo estilo: nada de justificar o glorificar a los malos; al contrario, una historia que trata de cómo los “buenos” hacen que la ley se cumpla, caiga quien caiga (y caen unos cuantos), al precio que sea y con los métodos que haga falta. Aunque, eso sí, con un cierto toque cómico, basado sobre todo en la extraña pareja que forman la niña obstinada en vengar a su padre y el viejo sheriff borracho, encarnado por Wayne, que obtuvo gracias a esta mediocre película el Óscar que tenía mucho más que merecido por cualquiera de sus trabajos con Ford o Howard Hawks.
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spoiler:
La primera versión era bastante floja, y la actual de los hermanos Coen la mejora bastante, a decir verdad. Si en la de Hathaway reinaba el optimismo vital y un sentido ingenuo de la aventura, aquí el tono es mucho más sombrío y nocturno, y la presencia de la muerte es avasalladora. La mirada de los directores se recrea en imágenes de cadáveres (a veces en avanzado estado de descomposición), ejecuciones (a las que la niña asiste como si tal cosa) y muertes violentas de todo tipo. Por otro lado, a diferencia de lo que ocurría en la versión protagonizada por Wayne, aquí, gracias a la inclusión del epílogo original de la novela, se deja claro al espectador que todo es un relato en primera persona de la protagonista, Mattie Ross, que recuerda ese episodio de su infancia muchos años después, cuando ella es una vieja solterona amargada y los viejos héroes del Oeste no son más que una atracción de circo. Esto contribuye a dar a la película un tono mucho más sombrío, que también se hace perceptible en los tonos oscuros de la fotografía y la abundancia de escenas nocturnas (muchas más que en la versión anterior).
No por ello los Coen se olvidan del humor: de hecho, hay varios detalles entre lo grotesco y lo absurdo que resultan muy característicos de su forma de hacer cine. El humor está, para empezar, en los personajes principales: el Rooster Cogburn de Jeff Bridges (bastante más creíble que el de John Wayne) que tiene algo de Falstaff, egoísta y fanfarrón (aunque al final de la película este personaje tan bien construido termina desbaratándose por necesidades del guión); pero también el ranger de Texas La Boeuf que interpreta Matt Damon, cuya comicidad deriva del muy elevado concepto que tiene de sí mismo y del cuerpo al que pertenece. Hay momentos grotescos en el guión, como ese oso a caballo que aparece de pronto en un recodo del camino y que termina siendo una especie de curandero que trafica con cadáveres, o la escena en que se acalla brutalmente el discurso del indio cuando va a ser ejecutado al principio de la película. Los magníficos diálogos entre los personajes principales (sobre todo entre Cogburn y Ross) son también una importante fuente de comicidad. Es una virtud de la película, en mi opinión, el conciliar estos elementos cómicos con una historia con un fondo tan oscuro.
No puede dejar de mencionarse la magnífica interpretación de la jovencísima actriz protagonista, Hailee Steinfeld, que retrata a las mil maravillas la mezcla de fragilidad y determinación que es la quintaesencia de su personaje. Brillantes las primeras escenas en las que se define su personalidad, como cuando regatea con el tratante de caballos. También es digna de citarse la actuación de Barry Pepper (Lucky Ned), que aparece apenas en el último cuarto de la película, cuando por fin los malos tienen rostro; su personaje tiene una inesperada dignidad que está a la altura de las otras grandes interpretaciones del filme.
No por ello los Coen se olvidan del humor: de hecho, hay varios detalles entre lo grotesco y lo absurdo que resultan muy característicos de su forma de hacer cine. El humor está, para empezar, en los personajes principales: el Rooster Cogburn de Jeff Bridges (bastante más creíble que el de John Wayne) que tiene algo de Falstaff, egoísta y fanfarrón (aunque al final de la película este personaje tan bien construido termina desbaratándose por necesidades del guión); pero también el ranger de Texas La Boeuf que interpreta Matt Damon, cuya comicidad deriva del muy elevado concepto que tiene de sí mismo y del cuerpo al que pertenece. Hay momentos grotescos en el guión, como ese oso a caballo que aparece de pronto en un recodo del camino y que termina siendo una especie de curandero que trafica con cadáveres, o la escena en que se acalla brutalmente el discurso del indio cuando va a ser ejecutado al principio de la película. Los magníficos diálogos entre los personajes principales (sobre todo entre Cogburn y Ross) son también una importante fuente de comicidad. Es una virtud de la película, en mi opinión, el conciliar estos elementos cómicos con una historia con un fondo tan oscuro.
No puede dejar de mencionarse la magnífica interpretación de la jovencísima actriz protagonista, Hailee Steinfeld, que retrata a las mil maravillas la mezcla de fragilidad y determinación que es la quintaesencia de su personaje. Brillantes las primeras escenas en las que se define su personalidad, como cuando regatea con el tratante de caballos. También es digna de citarse la actuación de Barry Pepper (Lucky Ned), que aparece apenas en el último cuarto de la película, cuando por fin los malos tienen rostro; su personaje tiene una inesperada dignidad que está a la altura de las otras grandes interpretaciones del filme.