Chema García Ibarra ya mostró, con mejor o peor fortuna, sus inquietudes en sus experiencias previas en el mundo del cortometraje. Esas inquietudes u obsesiones reaparecen en esta película: La marginalidad, la ciencia ficción, el humor, la enfermedad, el terror, la disfunción familiar, el absurdo, la ternura y la perversión.

Es verdaderamente subversivo los escasos medios que utiliza para llevar acabo el film y la inmensa imaginación que desborda, demostrando que para hacer una película interesante no hace falta un gran presupuesto.

Lo que más me sedujo de esta historia de una hora de duración es que consigue convertir lo tierno en perverso y lo perverso en tierno. La virguería narrativa de la que hace gala, apoyada en la omnipresente voz en off descriptiva (que alimenta la imaginación) y las fotos (que alimentan la realidad) dan paso a una historia de gran calado literario y cinematográfico, sin contar con ningún recurso convencional.

Me aportó una experiencia muy intensa y me provocó la sensación de estar ante algo valiente, absurdo, tierno y perverso.