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Argentina Argentina · Villa Ballester
Voto de therivertoday:
6
Intriga. Thriller. Terror Una mujer decide visitar al psiquiatra para explicarle una pesadilla recurrente: mata a su vecina de una puñalada. Cuando ésta aparece asesinada, todas las sospechas recaen sobre ella. Pero, en el curso de la investigación, las circunstancias se complican. (FILMAFFINITY)
28 de junio de 2013
30 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
A esta altura casi todo el mundo sabe que giallo es una palabra salida de unas ediciones baratas de novelas policíacas que la Casa Mondadori vendía con mucho éxito en Italia durante la posguerra. Sus popularísimas historias generalmente mixturaban la investigación detectivesca con el misterio, copiando de manera superficial el estilo impuesto por Edgar Allan Poe en su serie de Auguste Dupin, e incorporando toques de erotismo propios del pulp americano, al que también se asemejaban en la precariedad de sus ediciones en papel barato (del inglés pulp, pulpa). Las cubiertas de las novelas de Mondadori eran siempre amarillas (giallo, en italiano), razón por la que este color acabó siendo sinónimo de una suerte de subgénero literario en el que convivían detectives, asesinos y mujeres semidesnudas.

Si bien puede atribuírsele a Mario Bava la primera realización cinematográfica de un giallo con La Ragazza Che Sapeva Troppo (La Muchacha que Sabía Demasiado, 1963), la verdadera fuerza innovadora en su representación llegaría a finales de esa década, de la mano de dos directores jóvenes: Dario Argento y Lucio Fulci. Argento catapultó el giallo hasta las nubes a partir del resonante suceso obtenido por L’Uccello Dalle Piume Di Cristallo (El Pájaro de las Plumas de Cristal, 1970), sentando, tal vez sin quererlo, las bases estilísticas y hasta nominales de todo giallo por venir: de allí en adelante, casi todas las realizaciones de éste y otros directores incluyeron algún animal en sus extensos títulos, y compartieron innovaciones visuales producto de audaces movimientos de cámara, de un novedoso uso del plano subjetivo, y de un montaje filoso, que rasgaba la continuidad de las escenas.

Fulci no fue una excepción al momento de titular Una Lucertola con la Pelle di Donna (Una Lagartija con Piel de Mujer, 1971), tal vez el mejor film jamás filmado por él, y sin duda uno de los giallos que mejor representa las coordenadas de estilo de este subgénero, recreadas por esta pareja de cineastas modernos a partir de la combinación de elementos tradicionales de las novelas de asesinatos, con la imaginería, la moda y las tendencias estéticas generales (zeitgeist) de ese momento histórico que suele resumirse bajo el apelativo Swinging London.

Una Lucertola con la Pelle di Donna transcurre precisamente en Londres. Allí, la aburguesada esposa de un exitoso abogado consulta a un psicoanalista, atormentada por las intensas fantasías que cobraban vida en sus sueños, en las que tenía sexo con una vecina de su apartamento afecta a las drogas, en el contexto de unas psicodélicas bacanales colectivas. A partir de este inicio con matices freudianos, amparado en las posibilidades narrativas que le brindan las semejanzas entre los estados oníricos y los lisérgicos, Fulci desata un relato alucinatorio, que le permite expresar con soltura aquello que mejor sabe hacer: poner la cámara y narrar visualmente con furia, acosando los sentidos mediante su montaje violento, sus visiones anguladas, y su recreación en imágenes extáticas de la locura, el miedo y la paranoia.

En una magistral y casi emblemática combinación de recursos que inauguraría otra de las variantes estilísticas del giallo, la intensa imaginería visual desplegada por Fulci cobra aún mayor espesor mediante la textura aportada por la banda sonora de Morricone, quien recurre a una paleta abstracta y atonal para recrear el clima de tensión generado por las alucinaciones y el estado de ansiedad paranoide del personaje principal encarnado por Florinda Bolkan, una mujer de exótica belleza y enigmática presencia, actriz fetiche del director italiano, que logra en Una Lucertola con la Pelle di Donna la que probablemente sea su mejor performance cinematográfica.

Presionada bajo la carga de esta orgía sensorial, la trama pasa naturalmente a un segundo plano. No obstante, Fulci se las ingenia para mantener el interés sobre ella mediante permanentes giros en su evolución, devenidos de la dificultad para desentrañar qué es realidad y qué es sueño, y por las múltiples señales distractivas generadas en las intrigas familiares y las redes de traiciones y encubrimientos que empujan hacia el imprevisto final.

Para los estándares cinematográficos más clásicos, los giallos nunca son “buenas películas”. No tratan temas trascendentes, no plantean reflexiones existenciales, sus argumentos son pueriles, muchas veces ni siquiera están bien actuados. Pero enraizada en la estética de un período marcado por la experimentación y abierto a intensas exploraciones en los márgenes de lo inconsciente personal y colectivo, la fuerza visceral de su estilo invita siempre a entregarse a un festín de sinrazones cromáticas en el que luces, sombras, reflejos, rostros y gemidos expresan, con inocencia pero también con audacia, las fantasías muchas veces inconfesadas de las mejores damas y caballeros que pueblan el mundo civilizado.


(Escrito originalmente para: http://laplumaenelojo.wordpress.com)
therivertoday
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