Algo parecido a La Dolores de Calatayud es lo que le ocurre a Wes Tancred, el protagonista de la historia. Después de matar en defensa propia a otro afamado pistolero de la cuadrilla, el falso testimonio de una testigo que lo acusa de hacerlo por la espalda para cobrar la recompensa, hace que la voz popular difunda por todos sitios una canción que denuncia su cobardía. Ha renunciado a la recompensa, pero es igual. Por allá donde va le precede la copla y las burlas. Hasta que por fin llega a un pueblo donde, bajo otro nombre, consigue rehabilitarse.
Cinematográficamente la cinta es floja, el ritmo es muy lento, premioso, hay largos silencios (sin que aquí sea una virtud) y cierto abuso de los primeros planos del protagonista. De todas formas, en la misma se tratan dos temas muy poco frecuentes en el género. Por un lado el ya citado de la leyenda destructora del personaje, cuando en los westerns suele ocurrir al revés. Por otro la presencia paralizante del miedo. Con tantos atrevidos y valientes como desfilan por el Oeste, vamos a encontrarnos aquí con un sheriff que por pura cobardía deja campar a sus anchas a los malos. Hasta su misma esposa se lo reprocha ... y tiene que contestarle que sus lujosos trajes proceden de tan acomodaticia situación, lo que no le impide padecer la ansiedad, la angustia y la tensión que se promete en el título.
En este contexto se producirá la rehabilitación moral de ambos. El pistolero reconociendo públicamente su vilipendiado nombre, el representante de la ley empujado por el ejemplo del viejo director del periódico local, "Table Rock Herald", creo que se titulaba. Otro buen ejemplo del vibrante periodismo decimonónico americano. Igualico que ahora.